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Ficha

Resumen

John Turturro es el director y guionista de esta comedia en la que dos amigos judíos de Nueva York, ante una desesperada situación financiera, deciden probar suerte en el negocio de la prostitución masculina. Con Fioravante (el propio Turturro) actuando como gigoló y Murray (Woody Allen) como su “representante”, ambos se embarcan en un delirante enredo de mujeres, amor y dinero.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: A pesar de algunos altibajos, un trabajo sensible, ameno, a la vez que profundo y sumamente sagaz en la observación de algunos comportamientos reconocibles. Y humanos.

Dos extraños compinches

Que Woody Allen actúe en una película que no dirige y escribe es, a estas alturas, una rareza. Aquella gran desilusión que le causaron Clive Donner y Richard Talmadge, los directores de Qué hay de nuevo Pussycat (1965), al modificar sustancialmente el guión que lleva su firma hizo que desde entonces hayan sido pocas las oportunidades en que aceptara participar en proyectos en los que el libreto y la dirección no pasaran por su total responsabilidad y beneplácito.

El quinto trabajo como cineasta de John Turturro remite - y también de alguna forma homenajea - al genial neoyorkino. El pasar sin demasiados sobresaltos de lo humorístico a lo dramático - en este rubro está lo más flojo del filme, ya que el discípulo demuestra estar aún lejos del maestro -, la ironía de diálogos ocurrentes y la sátira no carente de profundidad con que se tratan temas como la religión, el sexo y las relaciones de pareja, son sólo algunos de los puntos de contacto entre la obra de Allen - que aquí está en un personaje a su magistral medida - con esta película dirigida por Turturro. El tono autobiográfico es el predominante en la carrera como director de este gran actor con una al menos particular disposición a la hora de elegir sus papeles, ya que ha incursionado en grandes películas de Spike Lee (Haz lo correcto, Clockers) y los hermanos Coen (De paseo a la muerte, Barton Fink, El gran Lebowski) y también en los últimos dislates escatológicos de Adam Sandler.

Ya de entrada y sin preámbulos sabemos que para paliar las desventuras económicas producto del cierre de una librería en la que uno era el dueño y el otro empleado, el primero - reservándose para sí mismo el rol de nexo a cambio de una suculenta comisión - le plantea al más joven la posibilidad de vender su cuerpo a damas sedientas y adineradas. Es así que, sin cuestionárselo mucho, Fioravante (el personaje de Turturro) accede a ser la parte activa de una sociedad que pronto redituará buenas ganancias.

Así planteadas las cosas, la anécdota estaba difícil de tener visos de mínima credibilidad, aún en el tono de comedia ligera, notorio en especial en la primera parte. En esos momentos, la exquisita fotografía de Marco Pontecorvo y las bondades de la banda sonora no alcanzaban para que el filme tuviera una estatura importante. Esta sensación carente de realismo se acrecienta cuando caemos en la cuenta de que las damas necesitadas de afecto y sexo, y dispuestas a pagar por cariño, son mujeres como Sharon Stone y Sofía Vergara.

A propósito, un par de apuntes. Mientras la colombiana no disimula su belleza, Stone confirma dos cosas: a los 55 años sus piernas conservan el encanto que encendió la pantalla bajo el personaje de Catherine Tramell en Bajos instintos (1992); y la más importante: es una notable actriz. La aureola que la ha acompañado desde aquel personaje ha disimulado - al menos para una gran parte del público - las dotes de una intérprete de verdad sensible. En esta película, por ejemplo, sus breves apariciones son la cara real de la soledad y la vulnerabilidad que el personaje necesitaba.

Los pocos visos de credibilidad que mostraba el asunto en sus primeros momentos podían poner en riesgo la suerte de la película. En ese marco, aparece un personaje clave que, a la vez, aportará a la historia una bienvenida y humana profundidad. Se trata de Avigal - exquisita interpretación de la francesa Vanessa Paradis - joven y viuda de un judío ultra ortodoxo a quien el ambiente en que vive le hace sentir con ojos inquisidores todo el peso de una represión angustiante. El vínculo que se entabla entre ella y Fioravante le aporta a la película una tierna mirada en relación a la soledad, las tentaciones y las contradicciones.

Otro elemento por demás interesante es el buen tino con el que Turturro cuenta, a través de su personaje, el drama y las vivencias de esas mujeres que recurren a sus servicios. Sin abandonar casi en ningún momento el tono expresamente lúdico, satírico y hasta naif, Turturro logra que ese gigoló de pocas palabras y mirada de buen tipo enfrente a esas mujeres, carentes en varios sentidos, con sus costados más sensibles.

Como ya fuera apuntado, son notorios algunos momentos de baja de tensión cuando el cambio de tono entre el humor y algunos picos dramáticos no está planteado con la fluidez con que suele hacerlo el más veterano de la dupla protagónica en sus propias películas. De todas formas, estamos ante un trabajo sensible, ameno, a la vez que profundo y sumamente sagaz en la observación de algunos comportamientos reconocibles. Y humanos.

Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy