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Ficha

Resumen

Manual del Macho Alfa recoge los momentos clave en la aventura de vida de dos lobos marinos, al tiempo que revela con ironía, aspectos que tenemos en común con estos seres peludos y de pocos modales. El documental acompaña desde el nacimiento a sus personajes, señalando cada acierto y cada error en sus carreras por llegar a ser un macho alfa. El objetivo final: la conquista de un harem con diez hembras; por el camino, el drama y la comedia se disputan el protagonismo en un relato crudo de la condición vital.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Lejos de agotarse en las generalidades del documental sobre fauna, Guillermo Kloetzer y su equipo aportan una gran cuota de frescura al género y, por qué no, al cine uruguayo. La razón primordial es una bienvenida, original y efectiva cuota de humor que logra que esta vez el entretenimiento vaya de la mano de lo didáctico.

Gracia, frescura y talento

Todo un género en sí mismo, los documentales sobre animales pocas veces eluden en sus planteos algunos criterios generales: sofisticación técnica, una dosis generalmente bien fundamentada de información y escenas que oscilan picos dramáticos con pasajes de lo que bien podría significar un cierto "tono costumbrista" relativo al hábitat de las distintas especies.

Guillermo Kloetzer, director y guionista de esta película, es biólogo además de cineasta, y en este Manual del macho alfa, además de conjugar admirablemente sus dos profesiones, profundiza en tono y en concepto algunas ideas ya expresadas en algunos cortos de su autoría como Redrat y Machos marinos.

La Isla de Lobos, ubicada a unos pocos kilómetros de Punta del Este, es una reserva natural de lobos y leones marinos. En especial si tenemos en cuenta que desde 1992 está prohibida la matanza indiscriminada de estas especies (la piel y la grasa eran el preciado botín) bien puede decirse que los aproximadamente 200.000 ejemplares que allí habitan forman la colonia reproductiva más grande del mundo.

Con un guión ya establecido - al menos hasta donde un trabajo de este tipo lo permite - Kloetzer y su equipo fueron hasta la isla periódicamente durante dos años. La mayor parte de las 300 horas de filmación se hicieron en los tres veranos que abarcó ese lapso de tiempo. Estableciéndose literalmente en el medio de la comunidad lobuna y leonina, dieron a luz un documental que - lejos de agotarse en las generalidades antedichas - aporta una gran cuota de frescura al género y, por qué no, al cine uruguayo. La razón primordial de este logro es una bienvenida, original y efectiva cuota de humor - muchas veces irónico, a veces negro, casi siempre entrañable - tan bien utilizada que, además de ser factor determinante para que esta vez el entretenimiento vaya de la mano de lo didáctico, para nada quita crudeza a los momentos en que la realidad que se muestra no da para bromas.

Luego de una breve introducción - lo mismo pasará al final - donde para ir entrando en tono se muestra una playa con animales humanos desplegando algunos rituales de seducción, comenzaremos a ser testigos de las andanzas de Adonis, Hefesto y Otus. Ya desde el nacimiento, los dos lobos - los primeros - y el león que quiere ser aceptado en la manada equivocada, nos irán dando las pautas de por dónde va el camino que pueda convertirlos - o no - en los machos alfa que promete el título. Ese grado traerá consigo nada menos que tener, en algunos casos, un harem de 10 hembras a su disposición y, en otros, ser los amos y señores de todo lo que suceda en su delimitado territorio.

En ese marco, seremos privilegiados testigos de enfrentamientos, juegos, peleas y hasta violaciones sangrientas que demuestran que llegar al deseado sitial, muchas veces depende del azar y también del grado de astucia e instinto desplegado por estos voluminosos seres.

Además de la gran dirección y el estupendo guión de Kloetzer, para que la película sea lo que es necesitaba que algunos aspectos técnicos lindaran con la excelencia. Y eso es lo que realmente pasa. El montaje de Guillermo Casanova, la fotografía de un equipo liderado por Marcelo Casacuberta y Gustavo Riet, el sonido de Daniel Yafalián, la música de Maximiliano Silvera y Gastón Urioste, y los interludios animados a cargo del equipo que participó en la genial Anina, de Alfredo Soderguit, ofrecen un colosal trabajo. Lo mismo vale para la voz en off narradora de César Troncoso; sus tonos e inflexiones van de la mano con todo lo que el director quiso transmitir.

Por si esto fuera poco, esa especie de "broma en serio" del final, poniendo en duda mucho de lo que antes se afirmó, luce por demás ajustada y precisa. Como toda la película.

Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy