Ida

Ida

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  • Titulo original: Ida
  • Dirección: Pawel Pawlikowski
  • Género: Drama
  • Protagonistas: Agata Kulesza - Agata Trzebuchowska
  • País: Polonia-Dinamarca-Francia-Reino Unido Año: 2013
  • Duracion: 82'
  • Elenco: Dawid Ogrodnik - Jerzy Trela - Adam Szyszkowski - Halina Skoczynska
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Anna (Agata Trzebuchowska) es una joven novicia, huérfana de nacimiento, que en la Polonia de los años 60, y a punto de tomar sus votos como monja, descubre la existencia de una tía que desea reunirse con ella. Juntas, iniciarán un viaje en el que ambas se enfrentarán con las consecuencias de su pasado. Ganadora del Oscar 2015 como Mejor Película Extranjera. Mejor Película Europea 2014 según la Academia Europea de Cine.

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Ida es un ejemplo de austeridad cinematográfica que da relevancia a lo que verdaderamente importa: la historia y sus personajes. Pocas veces una película en apariencia tan lineal y tan concreta se atrevió a abordar de manera tan sutil cuestiones tan profundas.

Desenterrando el pasado

Una frase célebre de la película Magnolia, de Paul Thomas Anderson, dice que "podemos haber acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado con nosotros". La frase resuena en mi cabeza días después de haber visto Ida, esa joya cinematográfica que es candidata al Oscar y que ha arrasado con más de 50 premios internacionales. Y no sólo porque la protagonista - Anna, una joven novicia a punto de tomar sus votos, huérfana de nacimiento - emprende un viaje geográfico y emocional en busca de sus raíces y de su verdadera identidad, sino porque esta película de Pawel Pawlikowski es también un viaje nostálgico, duro y desencantado al pasado de su país, Polonia.

Concretamente al año 1962, ya instalado el régimen comunista que respondía al estalinismo soviético, y todavía frescas - demasiado - las heridas del nazismo que hizo estragos en el país. Se dice que la Segunda Guerra Mundial le costó a Polonia - entre 1939 y 1945 - una quinta parte de su población, incluyendo a tres millones de judíos. ¿Cómo puede un país, y su gente, sobreponerse a una tragedia de tal magnitud en medio de la imposición de un régimen que juzgaba y ejecutaba a sus opositores, incluso a aquellos que habían resistido el genocidio nazi?

El relato de Pawlikowski - que volvió a su país para filmar Ida luego de muchos años y una carrera forjada en el Reino Unido - se inicia en el aislamiento del monasterio (único hogar conocido por Anna) para luego hacer transitar a su personaje por calles y caminos casi desiertos. Lo hará - como si se tratase de una road movie - en compañía de una tía a la que acaba de conocer, quien poco a poco le irá revelando fragmentos de su pasado familiar y de su verdadera identidad. Anna (la debutante Agata Trzebuchowska, de magnética presencia) es en realidad Ida y es judía, "una monja judía".

No son pocos los subrayados irónicos que deja caer Wanda, esa jueza servicial al régimen, probablemente convencida alguna vez de la necesidad de imponer el socialismo a la manera de Moscú pero, ahora, visiblemente desencantada. Todo en ella - y esto es en gran parte mérito de la soberbia actuación de Agata Kulesza - parece ir a contrapelo de lo que vemos, no sólo de la pureza de su sobrina sino también del entorno que le rodea: gris, conservador, temeroso del prójimo, reservado ante extraños. Wanda fuma, bebe, tiene sexo casual con varios hombres, y no teme amenazar a civiles y policías para conseguir lo que quiere. Pero poco a poco se van revelando en ella las grietas de una mujer debilitada, desencantada y herida. Es muy posible que sea una herida de muerte, que recibió hace muchos años y que la ha venido desangrando lentamente desde entonces...

Aunque el director insista que no fue su intención, es casi imposible no leer allí una visión de la historia polaca del siglo XX. Las contradicciones de una sociedad religiosa empantanada en una forzosa reconstrucción materialista y, por lo tanto, atea. La fe religiosa de Anna versus el escepticismo pragmático de Wanda ("¿Qué tal si descubres ahí afuera que Dios no existe?", le espeta a su sobrina). La muda y tensa sacralidad del convento versus la gente del pueblo, del ahí afuera, donde conviven el granjero cómplice de los nazis, y sus secretos, y el músico de jazz que trae a las fiestas en los hoteles alegres melodías de Occidente.

Las revelaciones de la historia - que las hay y son silenciosamente dramáticas, y redimensionan por completo tanto a Anna/Ida como a Wanda como personajes - se van dando de a poco y sin sobresaltos de ningún tipo. Los personajes hablan poco, lo necesario; Pawlikowski confía sobre todo en las imágenes, en la composición que arrincona a los personajes en el encuadre, cargándoles por momentos con todo el peso del espacio. El montaje deja fuera de plano acontecimientos narrativamente importantes (como el leve accidente que sufren las dos mujeres en su automóvil) para construir el relato en base a las consecuencias de esos mismos acontecimientos y, sobre todo, a lo que los personajes hacen con ellos. Y tiene absoluto sentido: la gran tragedia que dio origen a esta historia no se ve, no se conoce salvo por testimonios fragmentarios y suposiciones; de lo que se trata es de ver qué hacen sus descendientes con los restos de esa tragedia que marcó para siempre sus vidas.

En un tiempo en que el público y la crítica glorifican con facilidad las películas más efectistas, esas que parecen servirle en bandeja al espectador sus fantasías catárticas más viscerales (Relatos salvajes) o las que son ante todo un ejercicio virtuoso muy llamativo (Birdman), Ida es también un regreso a las fuentes, un ejemplo de austeridad cinematográfica (filmado en formato 4:3, en bellísimo blanco y negro, prácticamente sin movimientos de cámara) que da relevancia a lo que verdaderamente importa: la historia y sus personajes. Pocas veces una película en apariencia tan lineal y tan concreta (apenas 82 minutos de duración) se atrevió a abordar de manera tan sutil cuestiones tan profundas como la identidad individual, la convicción religiosa, el sentido de la justicia, las fracturas sociales generadas por los conflictos históricos, la reconstrucción del pasado como forma de redefinir presente y futuro, la búsqueda de la verdad como derecho humano inalienable...

Ida podrá estar ambientada en 1962, y ser una historia más sobre las consecuencias del Holocausto, pero su meditación y su alcance emocional resuenan en cada rincón del mundo donde haya cuentas pendientes con el pasado.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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