Gángster americano

Gángster americano

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Presentado por
  • Titulo original: American gangster
  • Dirección: Ridley Scott
  • Género: Drama-Policial
  • Protagonistas: Denzel Washington - Russell Crowe
  • País: Estados Unidos Año: 2007
  • Duracion: 2h37'
  • Elenco: Cuba Gooding Jr. - Ruby Dee - Chiwetel Ejiofor - Josh Brolin
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Este drama policial relata la verdadera historia de Frank Lucas (Denzel Washington), un renombrado personaje de las calles de Harlem en los 70s que se convirtió en rey del narcotráfico. Y también la de Richie Roberts (Russell Crowe), el policía decidido a atraparlo. Tanto Lucas como Roberts compartían un riguroso código ético que los distinguía de sus colegas, convirtiéndolos en figuras únicas y solitarias a ambos lados de la ley.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Un policial de ritmo tenso y constante, que contrasta a dos personalidades bastante similares a ambos lados de la ley, mientras se deslizan críticas hacia la corrupción política, policial y militar que permite la existencia del narcotráfico.

La delgada línea blanca

Hay muchos atajos para alcanzar el tan codiciado sueño americano. Esta película, basada en una historia real, describe el que tomó Frank Lucas hacia fines de la década del 60, cuando comenzó su ascenso como el más poderoso narcotraficante de Harlem. Lucas es un personaje interesantísimo, un mafioso que en muchos sentidos iba en contra de los estereotipos: para empezar era negro, lo cual desconcertó a los oficiales acostumbrados a investigar a mafiosos ítalo-americanos. Pero sobre todo Lucas se caracterizaba –de acuerdo al retrato que de él ofrece el inteligente, bien entramado guión de Steven Zaillian- por una suerte de bajo perfil no precisamente característico en el mundo del hampa.

A diferencia de los líderes históricos de la mafia, que apenas hacían dinero se engalanaban en vistosos trajes, se rodeaban de hermosas mujeres y frecuentaban los lugares más lujosos y concurridos, Lucas se vestía discretamente (tenía más el look de un ejecutivo que de un líder pandillero), iba básicamente a su propio club, y compraba comida china en un pequeño negocio. Hacía vida familiar, iba a misa junto a su madre todos los domingos (su preocupación por la familia sí lo emparentaba, y mucho, con el clásico estereotipo del capo mafia ítalo-americano) y en particular era muy discreto y original en la manera como introducía la heroína sobre la cual cimentó su fortuna: en los cajones de los soldados caídos en Vietnam que no dejaban de llegar en aviones militares, con la complicidad de oficiales y algún mando del ejército.

Claro que Lucas era también un hombre temperamental y algo impredecible, capaz de matar a un rival en plena calle y a plena luz del día ante la atónita mirada de testigos que –gracias a la preocupación de Lucas por los pobres del vecindario- jamás se atreverían a denunciarlo. De hecho la película comienza con un asesinato brutal, dejando en claro que Lucas es, ante todo, un tipo frío y seguro de sus métodos. Pero Lucas (al menos el Lucas que compone con la convicción y los gestos de siempre Denzel Washington) no es un “villano”, no es el “malo de la película”. Por ejemplo, no mata a nadie que le haya caído simpático al espectador, a nadie que no “se lo mereciera”. El relato paralelo que hace la película de sus andanzas y de la investigación del detective Richie Roberts (excelente Russell Crowe) recuerda mucho al que hacía Fuego contra Fuego (1995), aquel excelente policial de Michael Mann en el que el policía Al Pacino y el ladrón de bancos Robert De Niro se encontraban, finalmente, frente a frente. No había “buenos” y “malos”, todos tenían sus razones y, sobre todo, su propia ética. Lo que pasa es que cada uno hacía lo que tenía que hacer. Del mismo modo, el guión de Zaillian (basado en un artículo de Mark Jacobson) pinta a Lucas y a Roberts como dos (¿anti?) héroes que van por carriles separados, haciendo cada uno “lo que tiene que hacer”, hasta que finalmente se encuentran. Daría la sensación de que Roberts (que posee una moral de buen policía intachable, al estilo Serpico) sería un hábil delincuente en otras circunstancias, mientras que Lucas –si hubiera estado del otro lado de la ley- podría haber sido un excelente detective. Pero ambos se mantienen firmemente a cada lado de esa delgada línea que separa lo legal de lo ilegal, lo correcto de lo incorrecto, por más que sus personalidades se parecieran en definitiva.

El director Ridley Scott (en su tercera colaboración con Crowe luego de Gladiador y Un Buen Año) imprime un ritmo y por momentos una tensión de innegable eficacia. Es casi imposible distraerse ni por un minuto. La reconstrucción de la Nueva York de los ’70 es impecable, obviamente, pero lo que prima es una narración sin pausas, la inteligente construcción de los personajes, y el rendimiento de un notable elenco incluso en sus roles secundarios (están muy bien Josh Brolin como el corrupto detective Trupo y Ruby Dee como “Mama” Lucas). Y hasta no se ahorran críticas a un sistema que permite que el narcotráfico exista (en un momento Roberts lo dice sin pelos en la lengua: “jueces, abogados, policías, políticos; si deja de entrar droga a este país unas 100.000 personas se quedarían sin trabajo”) mientras los más pobres y los más desesperados (léase: “los negros”) caen víctimas de la heroína a montones.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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