La vida útil

La vida útil

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  • Titulo original: La vida útil
  • Dirección: Federico Veiroj
  • Género: Drama
  • Protagonistas: Jorge Jellinek - Manuel Martínez Carril
  • País: Uruguay-España Año: 2010
  • Duracion: 70'
  • Elenco: Paola Venditto - Gonzalo Delgado
  • Sitio oficial IMBD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

El segundo largo del director Federico Veiroj (Acné) narra la historia de Jorge (encarnado por el crítico de cine Jorge Jellinek), un hombre de 45 años que vive con sus padres y trabaja en una cinemateca desde hace 25 años. Además conduce un programa de radio sobre cine. La cinemateca está en una situación cada vez más crítica y Jorge, que nunca ha trabajado fuera del cine, se queda sin empleo, debiendo cambiar su modo de ser para adaptarse a un nuevo mundo. Quizás el cine lo ayude a sobrevivir, después de todo.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Una película así sólo puede ser el resultado de un acto de amor; el mismo amor por el cine que llevó, seguramente, al crítico Jorge Jellinek a aceptar la propuesta de ponerse por primera vez frente a una cámara (una decisión de casting tan llamativa como coherente).

Asóciese al cine

Contracorriente. Tal vez sea esa la mejor manera de definir esta película, lo que la inspira y lo que fluye por sus venas (porque una película es, de algún modo, un organismo vivo, y vaya si La Vida Útil lo es). En un tiempo en que ver cine se parece cada vez más a un paseo por un shopping, o en una excusa para comer pop; en un tiempo en que el público masivo parece evaluar las películas según sean “para ver en el cine”, “para DVD” o “para bajar de internet”, y donde el criterio de calidad que parece primar es si la película es “lenta” o no, o si tiene final abierto o no, o si tiene vuelta de tuerca o no… Y en un momento, sobre todo, en que el cine uruguayo en particular parece no encontrar, salvo raras excepciones, una verdadera conexión popular (la mayoría del público sigue prefiriendo cualquier producto hollywoodense, sin importar su calidad), Federico Veiroj presenta una película en blanco y negro, ambientada en una cinemateca que parece detenida en el tiempo, en un formato de proyección cuadrado (en lugar del más moderno 16:9) y plagado de referencias cinéfilas que remiten a varias décadas de historia del cine.

Para mucha gente, algo como La Vida Útil es como un repelente para los mosquitos. A esa gente no está dirigida la película. El típico socio de Cinemateca Uruguaya, en cambio, va a disfrutar mucho de una película que, en su primera parte, juega con varios elementos y hasta personajes sumamente reconocibles y hasta podría ser un documental ficcionado sobre la propia Cinemateca Uruguaya (en cuyas viejas instalaciones de hecho se filmó, aunque nunca se la identifique como tal). Pero limitar su interés a un público exclusivamente cinematequero sería encajonarla, y si algo caracteriza a La Vida Útil es la imposibilidad de clasificarla, de limitar su alcance reflexivo y poético, por lo que puede resultar una verdadera caja de sorpresas para cualquier espectador dispuesto a sorprenderse.

Esa primera parte sigue casi exclusivamente al protagonista, un hombre de 45 años que trabaja en la cinemateca, donde lleva adelante tareas de lo más diversas: proyecta películas, arregla butacas, graba en un viejo casetero mensajes promocionales del tipo “la mejor programación” o “asóciese al cine”, recibe al público, oficia de presentador, y también interviene en las reuniones de directiva (encabezadas por el director de la cinemateca, que no es otro que Manuel Martínez Carril…). En una de esas reuniones se hace evidente que la institución enfrenta serios problemas financieros que amenazan su continuidad, una suerte que queda sellada cuando la fundación que los apoya decide no seguir invirtiendo en una institución cultural que no resulta “económicamente rentable”.

Nada se dice sobre la vida de Jorge fuera de su trabajo (excepto por la conducción de un programa de radio sobre cine, que es de algún modo una extensión de su labor), aunque se da a entender que es soltero y sigue viviendo con sus padres (no es difícil imaginar que esa viandita de la que come de pie mientras controla una proyección en la cabina se la haya preparado su madre). Digamos que su vida pasa por esa cinemateca y que esa cinemateca es su vida. Entonces, cuando la cinemateca cierra y Jorge se queda sin trabajo, ¿cómo sigue su vida? Más allá de la incertidumbre laboral, lo que a Jorge probablemente más lo afecte y lo asuste es esa sensación tan natural y humana de no sentirse útil para otra cosa, de creer que eso que venía haciendo desde hacía 25 años es lo único que sabe hacer y lo único que lo define.

La simetría entre esto y la verdadera situación de Cinemateca Uruguaya, en permanente crisis económica desde hace años (y más aún, entre el protagonista y el propio Martínez Carril, que dedicó su vida a crear y sostener a la Cinemateca), puede entenderse como un homenaje – no exento de extrañeza - hacia una institución fundamental para la cultura cinematográfica de nuestro país que Veiroj conoce muy bien por dentro, habiendo sido socio, colaborador y hasta directivo. (Para que fuera una experiencia completa, profundizando su juego de espejos entre realidad y ficción, a esta película habría que verla en Carnelli, más precisamente en Sala Dos de Cinemateca. Sería como estar literalmente adentro de la película, como en La Rosa Púrpura del Cairo, pero al revés...)

Y entonces allí, luego de ese quiebre imponente que marca “Los caballos perdidos” (canción de Leo Masliah sobre texto de Macunaíma), empieza otra película. Lejos de la claustrofobia y el hermetismo de la primera parte (donde la vida dentro de la cinemateca adquiere tintes extraños, casi surrealistas), Jorge sale a la calle, recorre como perdido algunos puntos reconocibles de Montevideo (el Palacio Legislativo, 18 de Julio, la Universidad), y decide tomar sus propias riendas, seguir su propio camino. En algún punto de ese periplo, que tiene mucho de existencial y en el que conviven recursos narrativos de la Nouvelle Vague con los trinados acordes de una composición de Eduardo Fabini (“Mburucuyá”), Jorge hace crisis, tiene un curioso encuentro consigo mismo, llama para avisar que no lo esperen a cenar, y sale en busca de un asunto pendiente. Se sobrepone con naturalidad a sus propios miedos e inseguridades y, mientras redescubre el mundo a su alrededor con una mirada y curiosidad casi infantiles (como la del inocente jardinero que hacía Peter Sellers en Desde el Jardín) y hasta juega a vivir una mentira por un instante (eso que hacen los actores cuando filman una película), sólo cabe pensar que ha encontrado la fortaleza necesaria en casi lo único que conoce: el cine. Y decide, por una vez, ser él protagonista de su propia película.

Desde ese punto de vista, y más allá de diferencias estilísticas notorias, La Vida Útil tiene algún punto de contacto con Acné, el primer largo del director. Aquí también hay un protagonista en pleno proceso de maduración, a quien la tradición y la costumbre le imponen, de algún modo, una forma de ser y actuar. Y aunque las experiencias vitales entre Jorge y Rafael Bregman no podrían ser más disímiles, hay algo de aquel adolescente que intenta dar su primer beso en este funcionario de 45 años que ensaya cómo invitar a alguien a tomar un café, o al cine.

Es en esa segunda parte, sobre todo, que Veiroj y su notable director de fotografía Arauco Hernández logran momentos de hermosa poesía cinematográfica. Es indudable que La Vida Útil ha sido creada por gente que ama el cine, como herramienta expresiva, como forma de vida, como sentido de ser. Gente que no se ha apegado a las modas (nada más lejos de eso hasta en la forma de producir y concretar la película) sino que ha concebido una obra original y única, coherente consigo misma, sorprendente y hasta extrañamente emotiva. Difícil imaginar un homenaje al cine tan sentido y universal (La Vida Útil es una película que, a pesar de su ambientación claramente montevideana, trasciende localismos y exhibe una bienvenida atemporalidad), al menos en la acotada historia del cine uruguayo. Una película así sólo puede ser el resultado de un acto de amor; el mismo amor por el cine que llevó, seguramente, al crítico Jorge Jellinek a aceptar la propuesta de ponerse por primera vez frente a una cámara (una decisión de casting tan llamativa como coherente).


Y precisamente la participación de Jellinek en el rol protagónico propicia algunas de las interrogantes que resuenan en la cabeza de uno tras ver la película, por más que no se planteen explícitamente: ¿qué es el cine? ¿Qué utilidad tiene? ¿Tiene sentido, a esta altura y contra la corriente, mantener instituciones como Cinemateca Uruguaya, escribir una crítica de cine, hacer una película como La Vida Útil? Hay cosas que no se explican fácilmente, pero que está bueno que existan, que sucedan.

 


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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