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Ficha

Resumen

Sam (Sean Penn) es un discapacitado intelectual que, a pesar de sus limitaciones, está convencido de una cosa: adora a su pequeña hija (Dakota Fanning) y desea criarla. El problema surge cuando ella cumple siete años y supera la capacidad intelectual del padre. Una asistente social cree que la niña estará mejor con una familia adoptiva. Sam decide pelear para conservar la custodia de su hija. Pero antes deberá convencer a una prestigiosa abogada (Michelle Pfeiffer) para que lo ayude en la cruzada.

Comentario de Cartelera.com.uy

All you need is Penn

Siempre es delicado “hacer de discapacitado”, sobre todo de discapacitado intelectual. El actor corre el riesgo de hacer el ridículo, y el público, porque sabe que ése es, después de todo, un actor, siempre está al borde de no tomarse demasiado en serio lo que está viendo. Claro que a veces el histrionismo logra tapar toda posibilidad de razonamiento, como puede pasar viendo a Dustin Hoffman en Rain Man o a Robert De Niro en Despertares.

Algo similar ocurre con Sean Penn en el papel de Sam, que le valió una nominación al Oscar. Es el tipo de actuación que suele conmover a los votantes de la Academia, pero parece que este año la reivindicación venía por otro lado (ganó Denzel Washington). Sin embargo, no hace falta ningún premio para confirmar que Penn es un actor completo, y que es el principal atractivo de Mi nombre es Sam.

De todos modos, dos o tres aspectos aportan lo suyo para evitar que la película caiga en la categoría de dramón-sensiblero-con-buen-actor a la que aspiraba. El primero es la habilidad de la directora y colibretista Jessie Nelson para, precisamente, ahorrarle al espectador la vergüenza de sentir lástima por su personaje. No es necesario; ya sabemos que el hombre posee capacidades diferentes y que está en clara desventaja frente a los demás y frente al sistema, que lo considera –con cierta justificación- no apto para criar a su hija de siete años. Lo que hace falta es ver cómo se las arregla para intentar convencerlos de que están equivocados.

Nelson logra, además, quitarle peso dramático sin restarle emotividad, sino permitiendo que el espectador respire: cuando una escena amaga convertirse en un golpe bajo, la directora inyecta una dosis de energía mediante el juego de cámara y el montaje, o a través de una deliciosa banda sonora plagada de canciones de Los Beatles, de quienes Sam es fanático. O pintando situaciones muy graciosas, casi siempre gracias a la presencia de esos amigos de Sam (interpretados por discapacitados reales) entre los cuales ese veterano paranoico se roba las palmas.

La película no está jugada tanto a cierta convicción dramática; algunos aspectos de la abogada que hace Pfeiffer no convencen (queda claro que el personaje no está allí sólo para defender a Sam, sino para demostrar que el éxito y la belleza no garantinzan la felicidad ni el amor de los hijos). Y el guión nos coloca en la posición de que tanto Sam como la relación con su hija (una encantadora debutante, Dakota Fanning) nos parezcan las cosas más dulces del mundo. Y por lo tanto roguemos que todo tenga un final feliz.

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy