El Hobbit: un viaje inesperado

El Hobbit: un viaje inesperado

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  • Titulo original: The Hobbit: an unexpected journey
  • Dirección: Peter Jackson
  • Género: Aventura-Fantasía
  • Protagonistas: Ian McKellen - Martin Freeman
  • País: Estados Unidos-Nueva Zelanda Año: 2012
  • Duracion: 2h46'
  • Elenco: Richard Armitage - Cate Blanchett - Ian Holm - Andy Serkis
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

El director Peter Jackson, responsable de la trilogía de El Señor de los Anillos, regresa a la Tierra Media para narrar la primera aventura de Bilbo Bolsón (Martin Freeman), quien es arrastrado hacia una búsqueda épica para reclamar el reino perdido de los enanos de Erebor. Abordado por sorpresa por el mago Gandalf el Gris (Ian McKellen), Bilbo se une a una compañía de trece enanos a través de tierras movedizas rebosantes de Goblins y Orcos, Wargs y arañas gigantes, seres mágicos y hechiceros.

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: A pesar de los esfuerzo de Peter Jackson por revivir la magia de Tierra Media, la historia de El Hobbit es menos interesante y menos épica que la de El Señor de los Anillos, y probablemente no justifique una nueva trilogía.

Yo no leí a Tolkien

Había esperanza. Valía ilusionarse. Cabía esperar que el regreso a la Tierra Media y al universo de Tolkien le permitiese a Peter Jackson recuperar el pulso narrativo y sobre todo la convicción dramática que había perdido tras culminar su exitosísima trilogía de El Señor de los Anillos. Ya en El Regreso del Rey (2003) se había excedido un poco, acumulando metraje sin demasiada necesidad y estirando la cuerda emotiva, pero cabía perdonársele, porque después de todo se trataba del capítulo final de una trilogía que nos había dado demasiadas satisfacciones, no solo a los admiradores de la literatura de Tolkien sino a los cinéfilos en general. Dos años después presentó King Kong (2005), un exceso desde todo punto de vista, una película tan ambiciosa y desmedida que era difícil creer que se trataba del mismo director. Y ni hablar de Desde mi cielo (2009), una cursilería barata si no fuera por los millones de dólares que costó.

Pero había esperanza, porque existía el recuerdo de aquella noche de enero de 2002, cuando salimos del cine emocionados y ansiosísimos por saber cómo seguiría, un año después, la aventura de Frodo y Sam, de Pippin y Merry, de Aragorn, Legolas y el enano Gimli. No era para menos, después de la seriedad con que Jackson y su equipo se habían tomado el trabajo de adaptar La comunidad del anillo, primera parte de una de las obras literarias más leídas y admiradas en todo el mundo.

Pero no. Aunque los primeros minutos prometen revivir aquellos recuerdos, con imágenes de la Comarca, con Frodo y Bilbo y Gandalf y un intenso prólogo que nos pone a tiro con el argumento, ya no es lo mismo. Algo parece haber quedado atrás irremediablemente, y no es sólo la confianza en Jackson. Es la rigurosidad narrativa del director, la que convirtió a La Comunidad del Anillo en una película perfecta, donde no sobraba ni faltaba nada. Una película en la que las risas, la tensión, el miedo y la emoción calzaban en sus justas medidas, oportunas, a tiempo, justificadas, nunca excesivas. Casi nada de eso parece haber en esta primera parte de El Hobbit, en la que hay demasiadas risas, demasiados chistes boludos, demasiado humor de golpe y porrazo (¿trolls que se comportan como los Tres Chiflados?) y muy, muy poco tomado en serio. Muy poco drama. ¿Es para niños El Hobbit? El Señor de los Anillos no lo era.

Es evidente el intento de Jackson y sus coguionistas Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro (quien iba a dirigir la película en una primera instancia) por repetir la exitosa fórmula narrativa de La Comunidad del Anillo; prácticamente todos los momentos clave de aquella película (prólogo de inicio, introducción de los protagonistas, comienzo de la travesía, giros dramáticos, asunción del rol heroico por parte del Hobbit, clímax, final) se calcan aquí con los evidentes cambios de personajes y escenarios, porque la historia sucede muchos años antes y el destino no es Mordor sino el reino perdido de los enanos de Erebor, que por alguna razón el joven Bilbo debe ayudar a reconquistar de las garras de un dragón. Parte del problema por el cual el heroísmo de Bilbo no llega a conmover (al menos en esta primera parte) es porque luce caprichoso e innecesario. Frodo de alguna manera era "heredero" del anillo y, como tal, debía portarlo en compañía de la comunidad hasta el Monte del Destino, donde debía ser destruido, y aquello tenía sentido. Pero no este capricho de Gandalf en favor de una banda de enanos cantarines y traviesos que además demoran en reconocer la valía del hobbit (está claro que el papel de Thorin aquí es el mismo que el de Boromir en La Comunidad...).

La respuesta que suelo recibir cuando planteo esta clase de reparos es: "lo que pasa es que no leíste la novela". Pero una película no debería requerir de sus espectadores que hayan leído antes la novela en la cual está basada; sería tan absurdo como pedirle a un espectador de teatro que lea a Shakespeare antes de ir a ver una representación de Hamlet o de Ricardo III, algo por supuesto recomendable pero distinto y ajeno a la experiencia de ver una versión teatral. Si yo no leí a Tolkien, ¿quiere decir entonces que la película no está dirigida a mí? ¿Que no soy público para ella? Aplicando ese criterio, no debería haber entendido La Comunidad del Anillo, y sin embargo me fascinó...

Yo creo que el problema es más básico: la historia de El Hobbit es menos interesante y menos épica que la de El Señor de los Anillos, y probablemente no justifique una nueva trilogía que seguramente recupere con creces en taquilla su inversión. Pero hay una diferencia: hay espectadores que, como yo, seguramente no estén esperando con ansias la continuación de esta aventura como esperaron la de Frodo y sus amigos 11 años atrás. Y eso a pesar del esfuerzo de Martin Freeman, que es una perfecta elección para el rol de Bilbo. Y a pesar de unos personajes ya familiares como Gandalf, Gollum, Elrond, Galadriel y otros, que desfilan por la pantalla con un aire cansino, como si se esforzaran por lucir interesados en replicar escenas y diálogos que han perdido su magia...

No hay ni un solo momento de estremecimiento en El Hobbit como aquel en que Gandalf, aferrado al filo del despeñadero tras romper el puente de Khazad-dûm, les dice a sus compañeros de ruta, justo antes de caer al vacío: "¡huyan, tontos!". Ningún momento de pérdida, de heroicidad bien entendida, de sacrificio verdadero que nos importe a nosotros, a quienes se nos pide que volvamos al cine dentro de un año para continuar este nuevo viaje.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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