Anna Karenina

Anna Karenina

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  • Titulo original: Anna Karenina
  • Dirección: Joe Wright
  • Género: Drama-Romance
  • Protagonistas: Keira Knightley - Jude Law
  • País: Reino Unido Año: 2012
  • Duracion: 2h09'
  • Elenco: Aaron Taylor-Johnson - Kelly Macdonald - Matthew Macfadyen - Emily Watson
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Anna (Keira Knightley) es una atractiva dama de la alta sociedad de San Petersburgo, casada con un importante funcionario del imperio zarista (Jude Law). En un viaje en tren a Moscú, conoce a Alekséi Kiríllovich Vronsky (Aaron Taylor-Johnson), un apuesto y osado oficial. Tras sucesivos encuentros, se enamoran inevitablemente y ella queda embarazada, por lo que decide abandonar a su marido provocando un escándalo ante la sociedad zarista. Nueva adaptación de la novela de León Tolstói, a cargo del director Joe Wright (Orgullo y prejuicio, Expiación, deseo y pecado).

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Joe Wright es el Roland Emmerich del cine de época: sus películas son cada vez más complejas, más elaboradas y cada vez nos importa menos lo que sucede a sus sufridos personajes. Nos llena el ojo, eso sin duda; el suyo es un cine para regocijo de directores de arte y vestuaristas.

Teatro de marionetas

En la década de 1950, varios críticos de cine franceses encabezados por François Truffaut - autor del recordado artículo "Una cierta tendencia del cine francés" - arremetieron contra el cine de calidad ("cinéma de qualité") de la época y contra su predominancia literaria e intelectual. Su reacción los llevó a convertirse en cineastas y a salir a las calles a filmar películas mucho más libres, más personales, más revolucionarias. Fundaron así la Nouvelle Vague ("nueva ola"), y el cine francés y mundial nunca volvió a ser el mismo.

¿Qué era lo que rechazaban, esencialmente, gente como Truffaut, Godard, Chabrol, Resnais, Varda? Las películas caras con rodaje en estudio, los melodramas literarios o adaptaciones de obras clásicas con personajes burgueses o aristocráticos. Películas frías, sin ningún rasgo autoral y poco con lo cual identificarse. Películas como Anna Karenina. Bienvenidos al cine de qualité del siglo XXI, del cual Joe Wright es su más fiel representante.

La progresiva predominancia formal en el cine de este director (nacido en Londres en 1972) ha venido en aumento desde su ópera prima, la encantadora Orgullo y prejuicio (2005), que adaptaba la novela de Jane Austen con frescura y entusiasmo y que marcaba, a su vez, la primera colaboración con la actriz Keira Knightley. Dos años después vino Expiación, deseo y pecado (2007), ambiciosa y despareja adaptación de una novela de Ian McEwan que ya empezaba a mostrar a Wright como un director cada vez más interesado en explorar (y en explotar) los recursos formales a su disposición, llámese elaborados planos secuencias, empleo de extras, brillos de dirección de arte y fotografía, y cierta tendencia a utilizar una rica banda sonora con intenciones no sólo decorativas sino narrativas (el tecleo de una máquina de escribir que remitía a la escritura de una carta que cambiaría para siempre la suerte de los personajes).

Dejando de lado El solista (2009) y Hanna (2011), dos películas contemporáneas muy diferentes y con diversos grados de interés, el director cierra de alguna manera una suerte de trilogía literaria con Anna Karenina (2012), su tercera colaboración con Knightley. Y el resultado es su película formalmente más ambiciosa hasta la fecha y la más sobrecargada de recursos, como una bola de nieve que ha crecido desde aquella Orgullo y prejuicio hasta convertirse en esta avalancha que echa por tierra casi todo compromiso emocional del espectador, imposibilitado de conectar con unos personajes que resultan como muñequitos de torta ubicados en hermosos decorados. Wright es como el Roland Emmerich del cine de época: sus películas son cada vez más complejas, cada vez más elaboradas y cada vez nos importa menos lo que sucede a sus sufridos personajes románticos. Nos llena el ojo, eso sin duda; el suyo es un cine para regocijo de directores de arte y vestuaristas.

Esta vez, en complicidad con un inspirado equipo de colaboradores encabezado por la diseñadora de producción Sarah Greenwood, ejecuta toda una serie de recursos escenográficos: telones que se levantan, maquetas que cobran vida, fondos móviles, incesantes juegos de luces, reflejos y espejos que generan cruces entre ambientes distintos, exteriores recreados sobre un escenario... La adaptación de la obra de Tolstoi (a cargo del prestigioso dramaturgo y guionista Tom Stoppard) se convierte así en teatro filmado, aunque - eso sí - atravesado por recursos cinematográficos que no solo tiran abajo la cuarta pared sino que la dan vuelta de pies a cabeza. Hay incluso escenas enteramente coreografiadas como si se tratase de un ballet, y no me refiero solo a las escenas del salón de baile. Uno se imagina a Wright volviendo literalmente loco a sus asistentes de dirección, pergeñando el próximo juego escénico con el cual llamar la atención.

Como pastel cinematográfico que es, Anna Karenina resulta verdaderamente empalagoso. En medio de este festín escenográfico, los actores apenas se mueven como marionetas inanimadas en lugar de seres de carne y hueso que se suponen consumidos por la pasión, los celos, la angustia, el rechazo social y el desamor. Está bien que la Rusia del siglo XIX era un ambiente frío y hostil, pero a estos personajes les falta sangre en las venas.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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