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Resumen

Basada en una novela de Jonathan Safran Foer, Una Vida Iluminada relata la cruzada de un joven judío (Elijah Wood) para encontrar a la mujer que salvó la vida de su abuelo, en una pequeña población de Ucrania que fue borrada del mapa por la invasión Nazi. Lo que empieza como un viaje para reunir todas las piezas de la historia de una familia, bajo las circunstancias más absurdas se convierte por sorpresa en una significativa odisea con una sucesión de poderosas revelaciones: la importancia de los recuerdos, la peligrosa naturaleza de los secretos, el legado del Holocausto, el sentido de la amistad, y lo que es más importante, el amor.

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...

El actor Liev Schreiber (Scream 2, El Rescate, El Embajador del Miedo) se gradúa de guionista y director con un film tan imperfecto como entrañable.

Al rescate de la memoria

Cuando un actor de Hollywood pasa al otro lado de la cámara generalmente suele confundirse con un exceso de protagonismo; el argumento puede tener cierto fundamento si hablamos de Kevin Costner o Mel Gibson. Pero no parece ser el caso de Liev Schreiber, un buen actor secundario (El Rescate, El Embajador del Miedo) que no es una estrella y que además - algo poco frecuente- no ha asumido ningún rol interpretativo en su debut como director.

No es difícil imaginar por qué le interesó adaptar para la pantalla la novela de Jonathan Safran Foer: al igual que el protagonista de la historia, Schreiber proviene de una familia judía de Europa (Alemania, concretamente), y además siempre quiso ser escritor (fue un profesor de Yale quien lo alentó a dedicarse a la actuación) y, al final de cuentas, Una Vida Iluminada es también una historia sobre el proceso de convertirse en escritor: ver, apreciar, recolectar, sentir.

Pero al principio de cuentas, esta es una historia sobre la memoria. Hay muchos datos que apuntan en esa dirección: el protagonista, Jonathan (un prolijo Elijah Wood), colecciona todo tipo de cosas “para no olvidar”. Viaja a Ucrania en busca del pueblo que abandonó su abuelo durante la Segunda Guerra Mundial, justo antes de que el lugar fuera arrasado por los Nazis. Va en busca de sus raíces, llevando una vieja foto blanco y negro de su abuelo en compañía de una misteriosa joven que, aparentemente, fue su amor antes de emigrar a América. E insiste con esa manía de guardar objetos (y hasta algún ser vivo) en pequeñas bolsitas de nylon que sumará a su colección de la memoria.

En Odessa lo espera el joven Alex (un increíble Eugene Hutz que parece una versión centroeuropea de John Turturro, diente de oro incluido), quien, junto a su abuelo que maneja pero afirma que no puede ver, será el encargado de conducirlo en su travesía a bordo de un viejo auto con un cartel en el techo que promete un tour hacia la “herencia judía”. También los acompaña su perro Sammy Davis Jr. Junior, que está un poco desquiciado. Toda la presentación de esta familia tan particular y colorida es digna del humor bizarro y casi folclórico de Emir Kusturica, incluyendo la música, una especie de punk gitano a cargo de la banda Gogol Bordello de la que Hutz es, precisamente, el vocalista. Lo que sigue es una mezcla de géneros tan radical y sorpresiva que puede ser confundida con inmadurez de principiante: a ese humor bizarro se suma el cine de carreteras y, casi de inmediato, el choque de culturas obvio que se produce cuando se encuentran un ser tan llamativo como Alex con un joven silencioso y tímido como Jonathan, que además se viste como si acabara de llegar de un funeral.

Pero para ese momento, Schreiber ya se ha encargado de hacer algún apunte reflexivo (toda la presentación de Jonathan y su entorno familiar) como para dejar en claro que esta no será nada más que una comedia alocada sobre un extranjero en tierra ajena. Poco a poco, la historia irá acercando a sus personajes hacia su destino y hacia profundas revelaciones que cargarán de significación ese viaje no exento de tropiezos y accidentes. Y lo más interesante de todo es que las mayores revelaciones no las sufrirá precisamente Jonathan, quien seguirá siendo más o menos el mismo que vino de Estados Unidos. El verdadero cambio lo experimentará precisamente Alex, el verdadero narrador de esta historia sobre “búsquedas rígidas”, sobre “iluminación”, sobre la necesidad y la casi obligación de “no olvidar”.

Vale la pena sumarse a este viaje. No todos los días uno descubre que detrás de un actor más o menos del montón se esconde un director más que atendible (aún inmaduro, pero atendible) que sabe manejar las diferentes facetas del humor, del drama y de la emoción, y con innegable sentido plástico. Y que logra todavía conmovernos con una vuelta de tuerca sobre un tema tantas veces abordado como las ramificaciones deshumanizantes del Holocausto. Una Vida Iluminada ya es suficiente carta de presentación como para esperar más del Liev Schreiber director que del actor.

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy