La isla siniestra

La isla siniestra

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Presentado por
  • Titulo original: Shutter Island
  • Dirección: Martin Scorsese
  • Género: Misterio-Thriller
  • Protagonistas: Leonardo DiCaprio - Mark Ruffalo
  • País: Estados Unidos Año: 2010
  • Duracion: 138'
  • Elenco: Ben Kingsley - Michelle Williams - Emily Mortimer
  • Sitio oficial IMBD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Sobre novela de Dennis Lehane (autor de Río Místico), el director Martin Scorsese construye un inquietante relato de misterio y suspenso psicológico ambientado en 1954, plena Guerra Fría. El alguacil Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y su nuevo compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo) son llamados a investigar la imposible desaparición de una astuta asesina en serie encerrada en una celda de Shutter Island, una aislada isla que alberga un hospital de máxima seguridad para delincuentes y asesinos sicóticos.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Por momentos excesiva y algo decepcionante, resulta de todos modos un inquietante ejercicio sobre la locura servido con gran habilidad por Martin Scorsese, quien de paso se saca el gusto de homenajer a su admirado Alfred Hitchcock.

ADVERTENCIA: Algunos pasajes de esta crítica pueden contener revelaciones sobre la trama de la película

Ensayo sobre la locura

El tráiler de esta nueva obra de Martin Scorsese prometía una especie de híbrido inquietante entre misterio-suspenso-terror que claramente la película no cumple, al menos no de la manera que el espectador que compró esa fórmula (y nada más que esa fórmula) esperaría. A ello puede deberse el descontento que parte del público ha manifestado al respecto.

Lo que hay detrás de este ensayo sobre la locura es una novela del estadounidense Dennis Lehane (Boston, Massachusetts, 1966), el mismo autor de Río Místico (llevada al cine por Clint Eastwood en 2003) y Gone Baby Gone (filmada por Ben Affleck en su debut como director, en 2007, y titulada en español Desapareció una Noche). A diferencia de esos dos antecedentes, en los que ambientes y personajes típicamente urbanos servían de inspiración para historias muy complejas sobre la moralidad y la justicia, Shutter Island ubica su acción en una isla prácticamente inaccesible que alberga un centro de reclusión para criminales sicóticos. Cualquier referencia al mundo exterior vendrá de la mano de testimonios, recuerdos o flashbacks (“reales” o imaginarios) de los personajes.

La adaptación que realiza Laeta Kalogridis plantea varios temas sumamente interesantes. Para empezar, la película se ambienta en 1954 - plena Guerra Fría – y parte de las sospechas del astuto alguacil Teddy Daniels (buena labor de Leonardo DiCaprio) tiene que ver con la posibilidad de que la institución a la que ha llegado - para investigar la misteriosa desaparición de una peligrosa paciente – sirva como laboratorio para la investigación psiquiátrica con fines bélicos o de espionaje. Algo parecido a lo que planteaba la novela The Manchurian Candidate, de Richard Condon, dos veces llevada al cine (en 1962 por John Frankenheimer y en 2004 por Jonathan Demme). Hay también apuntes sobre el Holocausto, pero sobre todo en relación a ciertos traumas recientes del protagonista.

El clima de paranoia era algo muy propio de aquellos tiempos, en que cualquiera podía ser un enemigo disfrazado de otra cosa (un amable doctor, por ejemplo…). Y poco a poco la historia se nos va revelando como algo bastante diferente a lo que creíamos que estábamos viendo, hasta llegar a un desenlace que nos obliga a resignificar toda la película. Un poco a la manera de Sexto Sentido (1999), o de Los Otros (2001), aunque aquí no hay fantasmas (al menos no ese tipo de fantasmas…). En definitiva se trata de explorar la delicada línea entre la cordura y la locura, los vericuetos de la mente humana, y cómo esta se las ingenia, a veces, para elaborar una realidad alternativa e imaginaria cuando la “realidad real” es demasiado insoportable. Mecanismos de defensa, que le llaman.

A la vista de algunos temas interesantes que la historia deja por el camino, y sobre todo de un tipo de recurso narrativo que hace pensar en demasiadas películas subidas al carro del “final con vuelta de tuerca impredecible”, Shutter Island termina siendo una película un poco decepcionante, sobre todo porque uno siempre espera mucho más de un gran cineasta como Scorsese (quizás sin recordar que su anterior película, Los Infiltrados, por la que ganó un postergado Oscar, era apenas un eficaz policial muy bien narrado).

Pero si la experiencia está bastante por encima de un mero ejercicio de suspenso con sorpresa, es precisamente por la capacidad y creatividad narrativa de quien quizás sea el mayor cineasta estadounidense vivo (junto a Francis Ford Coppola, probablemente). Desde la primera escena (ese viejo barco abriéndose paso entre la niebla) Scorsese nos introduce en un clima opresivo, tenso, casi siempre inquietante y por momentos pesadillesco. Crea una galería de imágenes y secuencias que no tienen parangón en el cine hollywoodense contemporáneo, orquestando cada elemento y cada recurso al servicio del relato. Hay mucho de homenaje a Hitchcock, ese otro gran maestro del séptimo arte, en la construcción cinematográfica de una película que incluye tormentas de artificio, sombras amenazantes, y vertiginosos ascensos y descensos por barrancos y escaleras.

Scorsese no es precisamente un director contenido, como tampoco lo es Coppola, pero en otras de sus más recientes películas (como Pandillas de Nueva York o El Aviador) la escala “épica” era no sólo justificada sino imprescindible. En Shutter Island (como en Cabo de Miedo, ese otro ejercicio de suspenso que también tenía un pie en el viejo Hollywood) Scorsese no teme al exceso. Se pasa de rosca y apela al golpe de efecto en varias ocasiones, no sólo desde el aspecto visual (la sangre, el viento, la luz, la oscuridad) sino también sonoro, como esa ampulosa y omnipresente banda sonora que se sirve de algunos elementos “diegéticos” (una bocina de barco, por ejemplo) como oportuno punto de arranque. Se trata de ubicarnos en la cabeza del protagonista, pero no con un fin didáctico (como era el caso de Una Mente Brillante, de Ron Howard) sino puramente sensorial. E incluso emocional, al menos si nuestra perspicacia - o falta de tolerancia - no nos arruinó el desenlace antes de tiempo.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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