Bastardos sin gloria

Bastardos sin gloria

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  • Titulo original: Inglorious basterds
  • Dirección: Quentin Tarantino
  • Género: Acción-Comedia
  • Protagonistas: Brad Pitt - Christoph Waltz
  • País: Estados Unidos-Alemania-Francia Año: 2009
  • Duracion: 153'
  • Elenco: Eli Roth - Mélanie Laurent - Diane Kruger - Michael Fassbender
  • IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Uno no ha visto la guerra hasta que no la haya visto a través de los ojos de Quentin Tarantino. O al menos así reza la publicidad de esta película, que se ubica al comienzo de la ocupación alemana en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, el Teniente Aldo Raine (Brad Pitt) organiza un grupo de soldados estadounidenses judíos conocidos luego como 'los bastardos', cuya misión es eliminar a los cabecillas del Tercer Reich. Por su descomunal labor como el coronel Hans Landa, el austriaco Christoph Waltz obtuvo el Oscar, el Globo de Oro y el Premio de Interpretación en el Festival de Cannes, entre muchos otros reconocimientos.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Un divertido disparate sobre tema serio que es, en definitiva, una celebración y reivindicación del cine como espectáculo. Gran trabajo del austriaco Christoph Waltz en el papel de Hans Landa.


Maldito bastardo

“Érase una vez… en la Francia ocupada por los nazis…” Con esa leyenda comienza Bastardos sin Gloria, la nueva y más exitosa (en términos de taquilla) película de Quentin Tarantino. Así, con esas tres palabras, comienzan las leyendas y los cuentos de hadas. Y con esas tres palabras Tarantino establece las reglas de este nuevo juego que nos está proponiendo, el de contarnos un cuento absurdo y delirante en el marco de uno de los períodos más trágicos de la historia. Como pretendiendo establecer un pacto con su espectador, como si estuviera diciendo: “relájense, pónganse cómodos y disfruten, les voy a contar otro de mis cuentos”. Con esa pequeña frase también está diciendo: “quien espere un relato histórico que abandone aquí toda esperanza”.

Lo que también establece al comienzo mismo de la película, cambiado constantemente el estilo de la tipografía de los títulos, es que – como en Kill Bill - aquí hay una mezcla de géneros que abarca desde el cine bélico hasta el western. En particular este último, y más precisamente en su tradición del spaghetti western de los años ’60. No es nada casual que al “érase una vez” le siga una escena inicial que homenajea a aquella monumental secuencia de Érase una vez en el Oeste (1968), la obra maestra de Sergio Leone, que servía de presentación del frío villano que hacía Henry Fonda. Ni que Tarantino eche mano a música ya utilizada de Ennio Morricone, el compositor oficial de ese subgénero (Tarantino quería que el maestro compusiera música original para la película, pero Morricone no estaba disponible).


Haciendo honor a su banda titular de “aporreadores de nazis”, Tarantino es un verdadero maldito bastardo. Es el único cineasta que puede darse el lujo de tomarse 15 minutos para narrar una secuencia dialogada que cualquier otro director hubiera resumido en cinco minutos. Y se lo perdonamos. Está todo bien con eso. Nunca (o casi nunca) parece un abuso de la confianza ni de la paciencia del espectador, sino parte del pacto tácito entre el director y su público. Es cierto que no todo el mundo entra en su juego, pero bueno, así es la vida. Quien conozca su obra previa no debería sorprenderse ante una escena que no escatima ningún detalle, por más banal que parezca (como servir un vaso de leche o saborear en silencio un strudel con crema). O ante una inverosímil conversación cinéfila entre una sobreviviente de los nazis camuflada y un oficial alemán (sin mencionar el hecho de que la mayor parte del público presente no tiene la menor idea de quién fue G.W. Pabst, el director de cine austriaco que se menciona más de una vez).


En el cine de Tarantino ningún diálogo es del todo banal, aunque lo parezca, porque cada frase habla de sus personajes, de sus escalas de valores y de sus motivaciones. No parece haber ni una palabra de más en el discurso inicial del coronel Hans Landa, donde explica su incesante persecución de judíos con un ejemplo aterrador (“usted mataría a una rata si entrara por esa puerta, ¿verdad? A usted no le gustan las ratas, no sabe realmente por qué, simplemente le dan asco”). Sin embargo, aburren un poco por predecibles (y porque, reconozcámoslo, es de los personajes menos inspirados de la filmografía tarantinesca) los del teniente Aldo Raine, un Brad Pitt con bigotito y marcado acento sureño que recuerda al porte de un Errol Flynn. Y, a decir verdad, lo que más se extraña en Bastardos sin Gloria son esos personajes increíbles e inolvidables que Tarantino ha sabido crear desde su ópera prima (Perros de la Calle, en 1992), y a quienes esta vez yo sólo sumaría al ya mencionado Hans Landa (un formidable Christoph Waltz, premiado en Cannes por este trabajo).

De todos modos, entre tantas películas mediocres e intrascendentes, Tarantino no necesita llegar a la genialidad más absoluta para regalarle a su espectador una experiencia estimulante y entretenidísima. Y, por sobre todas las cosas, una celebración y reivindicación del cine como espectáculo (un poco sangriento, pero espectáculo al fin) como ya no suele verse, a menos que se considere como espectáculo a cualquier despliegue de efectos visuales. Tarantino ama y disfruta el cine (viéndolo y haciéndolo) y desea hacer partícipe de ese goce al espectador. Bastardos sin Gloria es, a su modo, una de sus películas más cinéfilas, un divertido disparate sobre tema serio que considera al cine –literalmente- como un arma explosiva capaz de salvar al mundo y hasta cambiar la historia.



No en serio, por supuesto. Nada hay que tomárselo demasiado en serio cuando se trata de Tarantino, ni siquiera esa memorable y pretenciosa frase final dicha por Aldo Raine, pero que podría ser perfectamente Tarantino.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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