Los 8 más odiados

Los 8 más odiados

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Presentado por
  • Titulo original: The Hateful Eight
  • Dirección: Quentin Tarantino
  • Género: Western
  • Protagonistas: Samuel L. Jackson - Kurt Russell
  • País: Estados Unidos Año: 2015
  • Duracion: 168'
  • Elenco: Jennifer Jason Leigh - Walton Goggins - Demian Bichir - Tim Roth
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Algunos años después de la Guerra Civil norteamericana, un grupo de personas muy singulares – que incluye a un cazador de recompensas (Kurt Russell), su prisionera (Jennifer Jason Leigh) y un ex soldado confederado (Samuel L. Jackson) - busca refugio durante una tormenta de nieve en las ventosas llanuras de Wyoming. A medida de que la tormenta se intensifica, la tensión entre los ocho viajeros va en aumento. Es posible que, después de todo, nunca lleguen a destino…

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Lo más formidable que hay en The Hateful Eight es su evidente amor por el cine, una marca de fábrica de su director. En la forma de un western, Tarantino envuelve un asunto que tiene mucho de misterio a resolver, de comedia negra y también de horror.

Infierno blanco

"A Tarantino o lo amás o lo odiás", dicen por ahí, en general, quienes se ubican en el primer bando absoluto, pregonando el tipo de radicalización de opiniones que, entre otras cosas, no admite matices ni discusiones. Me permito disentir. Reconociendo que Tarantino es un gran cineasta, convengamos que no todas sus películas nos tienen que gustar por igual, necesariamente.

Hace muy poco volví a ver Jackie Brown (1997), su tercera película y la que tuvo que lidiar con las expectativas que generó Pulp Fiction (1994); sigue siendo una película atractiva, con momentos muy buenos y muy buenas actuaciones, pero es lo menos interesante de la carrera de Tarantino (dicho esto sin haber visto Death proof). En el extremo opuesto ubicaría a Pulp Fiction y Kill Bill (considerando los volúmenes 1 y 2 como dos partes de una misma película), en la cima de una filmografía que, es cierto, no gusta a todo el mundo. En el medio, con diversos grados de brillantez, estarían su ópera prima Perros de la calle (1992) y las épicas históricas revisionistas Bastardos sin gloria (2009) y Django sin cadenas (2012), esta última algo excesiva en varios aspectos (sí, el concepto de exceso también puede aplicarse a Tarantino, un cineasta que ha jugado con los límites de la narración cinematográfica como pocos).

Quizás no sea casual que Django haya sido la primera película en la que Tarantino no contó con su gran colaboradora, la editora Sally Menke, fallecida en 2010. No debe ser fácil limitar los excesos de un director con un ego importante y al mismo tiempo sacar el máximo provecho del material filmado, que es justamente el trabajo de un editor...

Lo mismo puede decirse de su octava película, The Hateful Eight, tan brillante y excesiva - por momentos - como su antecesora. ¿Excesiva porque es larga? Bueno, un poco, sí. Pero realmente, ¿qué parte le sobraría? Repasando la película se hace difícil prescindir de alguna secuencia, porque ninguna resulta tediosa y todas contribuyen a crear su largo y sangriento clímax. Personalmente sentí innecesario, algo tramposo y por demás sádico (dentro de una película por demás sangrienta, aunque no tanto como Kill Bill) ese largo flashback que explica muchas cosas. Entre otras razones, porque elimina el sugestivo misterio sobre un personaje (en realidad dos) del que se habla durante toda la película pero que se encuentra ausente (salvo, claro, en ese flashback) por circunstancias que hubiese estado bueno mantener en el misterio. Pero claro, sin ese flashback no hubiésemos sido testigos de la brutalidad extrema de algunos de los personajes, algo que por otro lado no siempre ha requerido una justificación en otras películas de Tarantino.

Lo más formidable que hay en The Hateful Eight es su evidente amor por el cine, algo que por cierto es una marca de fábrica en la obra del director, que se formó mirando miles y miles de películas (la mayoría de clase B o incluso C) mientras atendía un video club en Los Ángeles. Es por eso que el comienzo de la película - esa larga secuencia de títulos a la antigua, en un solo plano - es tan placentero de ver y oír; es un gran inicio, la manera en que un cinéfilo absoluto nos invita a la fiesta que es su última película. Después, la fiesta tiene altos y bajos. En la forma de un western (Tarantino ha citado a Howard Hawks como su director favorito) envuelve un asunto que tiene mucho de whodunit, con todos sus elementos en juego: un grupo de personajes encerrados en un lugar aislado, un misterio a resolver (quiénes son, en realidad, esos personajes y qué traman) y un seudo detective aficionado (en este caso, Samuel L. Jackson) que puede o no tener sus propios planes ocultos.

Una vez dentro de la cabaña (la Mercería de Minnie), lo que hace el director (además de regalar jugosas conversaciones y duelos de palabra, también de los otros) es disponer a sus personajes cual fichas de ajedrez, tanto cerca de la cámara como al fondo del cuadro, dando el tiempo necesario para que cada quien haga su propia movida. Para ello es fundamental la profundidad de campo y el ancho de pantalla con que registra el espacio desde todos los ángulos, algo para lo cual el formato en desuso Ultra Panavision 70 mm es ideal (la versión que se exhibe en Uruguay claramente carece de ese formato).

Pero más que el formato de captura y exhibición (Tarantino, junto con Paul Thomas Anderson, Christopher Nolan y algunos colegas más, es uno de los pocos cineastas que se resisten a cambiar el formato fílmico por el cine digital que hoy predomina en la industria) lo que conforma al espectador en una película de Tarantino es su oscuro sentido del humor, que tiene momentos tan simples como geniales (como el reiterado recurso para trancar la puerta) y otros desafiantes para la corrección política del espectador (¿es gracioso que a la única mujer del grupo la maltraten reiteradamente?). Y servido por un elenco cómplice, en este caso comandado por el más cómplice de todos (Jackson) junto a unos estupendos Kurt Russell y Jennifer Jason Leigh.

La venganza y la violencia siempre están presentes, y siempre con un efecto cómico que impide tomarse el asunto en serio. Seguramente eso se corresponda con el gusto cinematográfico de su director, cuya verdadera pasión cinéfila se encuentra en mucho cine berreta (tanto que suele dar risa) más que en las obras maestras clásicas del séptimo arte. Por eso mismo es que sus personajes no suelen enfrentar dilemas morales ni exhibir las diversas sutilezas de la sensibilidad humana; son más bien tipos básicos, vengativos y criminales - de mucha o poca monta - con una misión por cumplir y la decisión de cumplirla como sea. En el camino encuentran, como corresponde a un buen conflicto, alguna forma de oposición. Los Estados Unidos posteriores a la guerra civil del siglo XIX, con todas sus secuelas, odios y prejuicios, eran un territorio fértil para el tipo de criaturas que Tarantino obliga a convivir en la Mercería de Minnie, mientras afuera el viento y la nieve hacen estragos.

Por primera vez en su filmografía, el director emplea música original especialmente compuesta, y nada menos que por Ennio Morricone, de quien Tarantino ya había usado algunos temas previos en sus últimas películas (Kill Bill, Bastardos y Django). Tomando como base alguna composición descartada de La cosa (El enigma del otro mundo), de John Carpenter (1982), lo que entrega aquí Morricone es excepcional, en primer lugar porque escapa a los estereotipos del western - género para el que el maestro italiano compuso varias piezas clásicas - acercándose por momentos al cine de horror (que The Hateful Eight también tiene algo de eso). Y en segundo lugar, porque se trata de una música inquietante, que anticipa lo que va a suceder en lugar de comentar lo que está sucediendo, ese tan mentado recurso de manipular las emociones del espectador.

Este regalo adicional que nos hace Tarantino contribuye enormemente al disfrute de una película que no estará entre sus mejores, pero que resulta mucho más interesante que casi todo lo que se estrena hoy en día en el circuito comercial. Verla en cine (aún en digital) es parte esencial de ese disfrute.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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