Moulin Rouge

Moulin Rouge

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Presentado por
  • Titulo original: Moulin Rouge
  • Dirección: Baz Luhrmann
  • Género: Musical
  • Protagonistas: Nicole Kidman - Ewan McGregor
  • País: Estados Unidos-Australia Año: 2001
  • Duracion: 2h06'
  • Elenco: John Leguizamo - Richard Roxburgh - Jim Broadbent
  • Disponible en: VHS DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

La acción transcurre en los infames, llamativos y glamorosos centros nocturnos parisinos, alrededor de 1900. Nicole Kidman interpreta a Satine, el Diamante Brillante, la estrella del Moulin Rouge y la cortesana más famosa de la ciudad. Satine se ve atrapada entre el amor de un joven escritor (Ewan McGregor) y la obsesión de un rico empresario (Richard Roxburgh). Esta espectacular reinvención del género musical obtuvo el Globo de Oro a la mejor comedia, a la mejor actriz (Kidman), y a la mejor banda sonora (de Craig Armstrong).

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Comentario de Cartelera.com.uy

Un musical para la posmodernidad

Nada de lo que pueda contarse, personalmente o en una nota periodística, te va a preparar para lo que es Moulin Rouge. ¿Leíste ese resumen argumental más arriba? Eso es apenas un diez, un cinco por ciento de todo el arsenal de recursos con que el australiano Baz Luhrmann apabulla a su audiencia desde el comienzo mismo de la proyección. Un gran telón que abarca toda la pantalla se descorre para dejar ver el tradicional logo de 20th Century Fox, y desde ese momento queda instaurado el tono teatral que tendrá toda la película. Si hasta los créditos finales tienen el aspecto de un viejo programa de teatro.

La historia es mínima y folletinesca. El mismo amor condenado se ha contado desde la tragedia griega hasta el Titanic de James Cameron; el asunto es cómo lo cuenta Luhrmann, quien ya había revitalizado con muchos bríos el Romeo y Julieta de William Shakespeare en 1996. Y aquí habría dos aspectos básicos y definitivos para destacar y elogiar: la imagen y el sonido.

Desde el punto de vista visual, Moulin Rouge es una maravilla de principio a fin. Es difícil pensar en otra película que tenga las características de "gran espectáculo" que posee ésta, concebida para sorprender al espectador no ya en cada escena sino en cada plano. Con un estilo que podría ser definido entre absurdo, carnavalesco pero también romántico y tragicómico, el director despliega recursos que te desubican totalmente al punto de que, a los diez minutos de proyección, te estás preguntando de qué viene la cosa. ¿Qué demonios es esto? ¡¿Qué está pasandoooo?! Pero entonces uno se reubica como puede en esa nueva realidad (porque penetrar en el mundo de Moulin Rouge obliga a desprenderse de todo lo preconcebido y dejarse arrastrar hacia un universo único, original y fantástico), se echa para atrás en la butaca y disfruta de lo que en definitiva es una reinvención del cine musical, de pies a cabeza.

Yo sé que el género no goza de muchos adeptos hoy en día; de hecho, hace varias décadas que, como producto comercial, está muerto. Sin embargo, muy de tanto en tanto reaparece con particular fuerza de la mano de gente que lo adora pero al mismo tiempo considera que es necesario replantearlo. Sucedió en los '60 con West Side Story, en los '70 con Cabaret, en los '80 con Fama y en los '90 con, por ejemplo, Velvet Goldmine. Todas poseen esa curiosa mezcla de déjà-vu típico del género y de bienvenida contemporaneidad. Moulin Rouge es una obra posmoderna, en el sentido de que se nutre de ingredientes clásicos, los sazona con especias modernas y, como resultado, surge una receta nueva prácticamente inclasificable (y probablemente imposible de repetir).

Todos los rubros técnicos, desde la brillante fotografía de Donald M. McAlpine hasta la frenética edición de Jill Bilcock, y desde el diseño de producción de Catherine Martin hasta el vestuario y el maquillaje, contribuyen a crear esa receta donde parece que todo vale, y cuanto más mejor. Sin embargo, y por más que a veces uno piense que todo eso es sólo efectismo, hay una intención dramática (y muy bien lograda) en el uso de la iluminación, la cámara (enérgica cuando debe serlo, quieta cuando lo debe estar) y los otros rubros.

Hay toda una intencionalidad teatral en la puesta en escena que desafía la credibilidad del espectador. Luhrmann pretendió crear una "artificialidad real" y, efectivamente, su París del 1900 es una gran maqueta filmada en estudio donde la torre Eiffel puede lucir imponente sobre el paisaje y de pronto adquirir la misma altura de un personaje (o, mejor dicho, el personaje la misma altura que la torre Eiffel). Depende de cada uno dejarse llevar por esa fantasía, pero créanme: vale la pena.

Y después está la banda sonora. Lo que ha hecho Luhrmann junto a su compositor Craig Armstrong, el supervisor musical Anton Monstead y el director musical Marius DeVries (que ha sido productor de Madonna) es una verdadera proeza: una ecléctica selección de clásicos de varios géneros y épocas, desde los musicales de Rodgers y Hammerstein hasta "All you need is love" de Lennon y McCartney; desde el "Roxanne" de Sting hasta "In the name of love", de U2, pasando por temas de Elton John, Nirvana, Dolly Parton, y David Bowie.

Todo ha sido adaptado para conformar una nueva banda sonora que le permite a Luhrmann contar su historia; es como si el director y su coguionista Craig Pearce hubieran aceptado que lo que sus personajes tenían que decir ya había sido dicho (y muy bien) por otros poetas. Entonces, ¿por qué no reciclar ese material y de paso atraer a todo un público que de otro modo quizás no sentiría la menor identificación? Notable. Y lo más notable es cómo logra que sus actores "digan" a través de las canciones: cuando Nicole Kidman canta "Diamonds are a girl's best friend", Ewan McGregor entona cualquier balada o Jim Broadbent interpreta "Like a virgin" (¡"Like a virgin"!), no son sólo estrellas de un musical sino una extensión de sus personajes.

Es quizá demasiado, lo sé. Es excesiva, barroca y apabullante. Un delirio. Uno sale del cine tratando de decidir si lo que acaba de ver es una genialidad absoluta o si Luhrmann está de atar. Pero como todas las experiencias únicas hay que vivirlas para contarlas.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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