La conquista del honor

La conquista del honor

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  • Titulo original: Flags of our fathers
  • Dirección: Clint Eastwood
  • Género: Drama bélico
  • Protagonistas: Ryan Phillippe - Jesse Bradford
  • País: Estados Unidos Año: 2006
  • Duracion: 132'
  • Elenco: Adam Beach - Barry Pepper - John Benjamin Hickey
  • Sitio oficial IMBD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Febrero de 1945. Una de las batallas más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo en la isla de Iwo Jima, donde el enfrentamiento entre norteamericanos y japoneses culminó con un acontecimiento que se convirtió en una imagen histórica: la de cinco Marinos y un Naval elevando la bandera estadounidense en el monte Suribachi. La fotografía fue capturada en el momento exacto y, a partir de ahí, los seis estadounidenses pasaron a la historia como héroes, la mayoría de ellos murieron poco después y nunca se enteraron de que gracias a este hecho fueron inmortalizados. Los sobrevivientes nunca tuvieron interés en convertirse en símbolos nacionales. Esta es su historia.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Una fuerte y conmovedora película de guerra que es todo un alegato contra la irracionalidad, sobre todo la de los gobernantes que mezclan heroísmo con propaganda. Una nueva culminación de Clint Eastwood como director.

En las arenas negras de Iwo Jima – primera parte

En principio había razones para sospechar lo peor (léase: un film belicista de espíritu patriótico). Después de todo, Clint Eastwood es un conocido republicano y el título original de la película (Banderas de nuestros padres) hacía pensar en aquella batalla de Iwo Jima como en un episodio victorioso que resaltara los valores de coraje y conquista que Estados Unidos siempre ha reivindicado en torno a su participación en la Segunda Guerra Mundial. Si a eso le sumamos la insistente presencia norteamericana en Irak y Afganistán que ha desestabilizado aún más todo el Medio Oriente, había más de un motivo para ir a verla con cautela.

Pero el viejo Clint es ahora un desencantado, como lo demuestran sus mejores películas de los últimos años (Los Imperdonables, Los Puentes de Madison, Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal, Río Místico, Million Dollar Baby). Lejos está su fascistoide personaje de Harry el sucio, y hasta algún film seudo militarista dirigido por él mismo como El Guerrero Solitario (1986). Y aunque sigue siendo republicano, Eastwood se ha manifestado en contra de la invasión de Irak. Pero sobre todo, cada día es mejor director de cine. De todo ello da pruebas La Conquista del Honor (Flags of our Fathers), la primera entrega de un díptico –filmado casi simultáneamente- sobre la batalla de Iwo Jima en febrero de 1945. Aún no hemos visto la segunda (Cartas desde Iwo Jima), narrado desde la perspectiva japonesa, pero a juzgar por los comentarios, premios y nominaciones que ha recibido parece ser que Eastwood ha filmado no una sino dos de las mejores películas del año... al menos dentro del panorama de Hollywood.

La Conquista del Honor es, sí, una estupenda película “de guerra”, pero no una donde se resalte el rol liberador de Estados Unidos en el conflicto de hace 60 años sino donde lo único que se rescata como positivo es la solidaridad y camaradería entre combatientes. Nadie puede molestarse por ello. Ese costado humanista y sensible la emparenta con Rescatando al Soldado Ryan, en la que Steven Spielberg (que es coproductor de La Conquista...) narraba el desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía como introducción a la odisea de un pelotón que estaba a punto de recibir una misión tan absurda como significativa: ubicar y custodiar al soldado del título, cuyos hermanos habían muerto en combate, para asegurarle su regreso a casa. En la película de Eastwood sucede algo similar: tres soldados identificados como los únicos sobrevivientes del izamiento de la bandera de Estados Unidos sobre el monte Suribachi (el punto más alto de la pequeña isla de Iwo Jima), y retratados en una fotografía que estaba causando sensación entre un público estadounidense algo cansado de la guerra, son enviados de regreso a casa como héroes, pero con el deber de emprender una gira propagandística para recaudar fondos que permitan seguir financiando la campaña militar.

La patética sucesión de eventos sociales y compromisos políticos a los que son expuestos es lo más sorprendente de la película, que termina siendo una gran crítica a la manera cómo el sistema político, con la complicidad del propio ejército, utilizaron como meros objetos de propaganda a esos tres ex combatientes que acababan de volver del frente de batalla. El retrato de esas tres personalidades bien distintas, y el contrapunto entre sus diferentes experiencias de combate y las emociones contrariadas que despierta en ellos la exposición mediática a la que son sometidos, es uno de los puntos fuertes del guión, que se basa en un libro escrito por Ron Powers y James Bradley, este último hijo de un verdadero protagonista de los acontecimientos (el enfermero naval John "Doc" Bradley, encarnado por Ryan Phillippe). La película va y viene entre pasado y presente –en al menos tres tiempos narrativos- revelando de a poco los entretelones de aquel izamiento (que en realidad fueron dos, siendo fotografiado precisamente el menos significativo de ambos, al menos desde el punto de vista de la moral de los soldados que los presenciaron). Y al mismo tiempo va mechando algunos testimonios de veteranos combatientes que relatan, a un casi mudo testigo, lo que recuerdan de aquellos días (ese mudo testigo representa precisamente a Bradley hijo, en definitiva el narrador de la historia).

Hay momentos genuinamente conmovedores en ese contrapunto, realzado por las actuaciones de sus tres jóvenes protagonistas, en especial Phillippe y Adam Beach, quien encarna notablemente a Ira Hayes (un soldado que, mientras era aclamado como héroe, sufría la discriminación por ser de origen indio-americano en una sociedad norteamericana tan patriotera como intolerante). Y por cierto que hay secuencias estremecedoramente realistas en medio de la batalla, filmadas y ejecutadas con maestría por Eastwood y su equipo de colaboradores (principalmente el fotógrafo Tom Stern, el editor Joel Cox y el diseñador de producción Henry Bumstead, viejo cómplice del director que murió poco después del rodaje). Pero no se trata de un realismo frío y algo efectista (si bien efectivo) como el que empleaba Spielberg al comienzo de su película; más bien se trata de ubicar al espectador en medio del campo de batalla y aproximarlo a la experiencia de verse enfrentado a un enemigo casi invisible (se ven unos pocos japoneses en toda la batalla) y convertido en un asesino.

Obviamente el cine nunca podrá igualar el horror de una guerra, pero sí los traumas que deja, las heridas físicas y emocionales de quienes pasaron por ella, y las mezquindades de sus promotores, así como el vacío concepto de heroísmo que, como dice un personaje en la película, es algo que necesita inventarse la gente para justificar algo tan absurdo como la guerra. Desde ese punto de vista La Conquista del Honor es un logro más que significativo en la carrera de uno de los últimos grandes directores del cine de Hollywood.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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