Cartelera

Ficha

Resumen

España, finales de los años 30. Carlos (Fernando Tielve), un niño de 12 años, es abandonado por su tutor en el orfanato Santa Lucía, una imponente construcción aislada en un páramo desolado. El colegio esconde, a lo largo de sus lóbregos pasillos, una serie de relaciones viciadas entre los adultos que viven allí; principalmente entre el cuarteto protagonista compuesto por Carmen, la directora (Marisa Paredes), Casares, un maduro profesor (Federico Luppi), Jacinto, el agresivo portero (Eduardo Noriega) y Conchita, una joven maestra (Irene Visedo). Pronto surgirá una violenta rivalidad entre Carlos y Jaime (Íñigo Garcés), un adolescente de carácter tortuoso y hostil que ejerce de líder natural para el resto de los alumnos.
Inmerso en este universo cerrado cuyas normas desconoce y rodeado de muchachos abandonados o sin familia, Carlos irá vislumbrando poco a poco el trágico secreto que permanece grabado en sus muros.

Comentario de Cartelera.com.uy

Truculencia y melodrama

El mexicano Guillermo del Toro no ha escapado a la seducción de un tema que se repite últimamente en el panorama del cine: niños y fantasmas. Es que la idea encaja bastante bien dentro de sus preferencias, dentro de su gusto por un cine fantástico que toma elementos clásicos y del cine industrial para rearmarlos en ejercicios más o menos personales y atractivos. Había llamado considerablemente la atención con Cronos (1993), en la que también actuaba Federico Luppi, para luego pasar a hacer en Hollywood la menos interesante Mimic (1997), sobre cucarachas gigantes debajo de Nueva York, o algo así.

En El Espinazo del Diablo, que produce El Deseo S.A. -la empresa de los hermanos Agustín y Pedro Almodóvar-, reúne inteligentemente el clásico argumento del niño que ve un fantasma con dos elementos básicos: el aislamiento en un orfanato, y la inminente presencia de la guerra. El conflicto civil que ensangrentó a España durante los años '30 resuena a lo lejos, mientras el joven protagonista huérfano es abandonado en una construcción ruinosa, alejada de todo centro urbano y dominado por los tensos conflictos entre los pocos adultos del lugar. Esos vínculos aportan el primer elemento inquietante, más incluso que la presencia sobrenatural que Del Toro revela ya tempranamente. Algo muy salado, no dicho, ocurre entre esa directora coja, entre ese argentino que escucha a Gardel en un gramófono, entre ese joven de mirada desconfiada y misteriosa y su prometida, inocente y hermosa. Y sobre esa tragedia inminente descansa el interés del film: algo está a punto de estallar, no sabemos qué, pero es algo jodido. Como esa bomba que cayó en el patio y descansa inherte, presagiando destrucción y muerte.

No hay mucho más que eso, y sin embargo resulta un pasatiempo sugestivo y hasta por momentos estremecedor. Del Toro es, además, un artesano ingenioso capaz de sacarle mucho jugo a sus recursos expresivos (la fotografía del mexicano Guillermo Navarro es excelente, y a nivel de efectos visuales hay por lo menos un par de momentos asombrosos); quizá se le va un poco la mano en el exceso de truculencia y melodrama, pero incluso allí demuestra cierto sello personal en el panorama (reducido, por cierto) del cine fantástico iberoamericano.

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy