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Ficha

Resumen

El director Steven Shainberg (Secretaria) conjuga aspectos verídicos de la vida de la fotógrafa Diane Arbus (Nicole Kidman) con otros ficticios, y crea una película que va mucho más allá de la mera biografía. El resultado ha sido descrito como una combinación de cuento de hadas, estudio psicológico, película de época e historia de amor.

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Una película diferente y para nada complaciente con el espectador, que permite aproximarse a una de las artistas más influyentes del siglo XX. Ni te asomes si te incomodan las películas que desafían la moral y el buen gusto establecidos.

Venus in fur

Hay dos cosas que conviene saber antes de aproximarse a esta película, de lo contrario se arriesga quedar por fuera de su propuesta y de sus intenciones, y caer incluso en el rechazo o la más llana incomprensión. Y sería una lástima.

Lo primero que hay que saber es que el director Steven Shainberg es el mismo que hizo La Secretaria (2002), una inusual historia de amor que incluía sadomasoquismo. Era una película original, bizarra y en muchos aspectos valiente, porque se atrevía a pisar terrenos que el cine –en particular el norteamericano- suele considerar demasiado escabrosos. Por eso mismo tuvo una repercusión limitada e inquietó a mucha gente a la que no le gusta que la saquen del carril de la “normalidad”. Retrato de una Pasión va por el mismo camino y es no menos desafiante para el espectador.

Lo segundo es que Diane Arbus –de quien la película se presenta, ya desde el subtítulo mismo, como un “retrato imaginario”- fue una de las fotógrafas más influyentes del siglo XX. Sus retratos en blanco y negro, que solían capturar a personas por fuera de la moral establecida o de los parámetros de belleza comúnmente aceptada (nudistas, prostitutas, siameses, travestis, enanos, gigantes, fenómenos de circo, o simples individuos de mirada seria a los que seguramente no se les pedía que dijeran “whisky”), son portadores de una fuerza y una tensión apabullantes. Sus sujetos casi siempre miran a la cámara, produciendo en el espectador la incómoda sensación de estar invadiendo cierta intimidad pero que, morbosamente, se siente atraído a seguir mirando.

Hija de una adinerada familia judía de Nueva York dedicada al negocio de las pieles (“Fur” quiere decir “piel”, en referencia al pelambre de los animales), empezó como ayudante de su esposo Allan Arbus, prestigioso fotógrafo de modas para revistas como Esquire, Vogue y Harper’s Bazaar. Independizada de su marido tanto profesional como sentimentalmente, Diane creó la mayor parte de su obra durante los años ’60, pero fue recién en 1967 que una exposición en el Museo de Arte Moderno haría reconocido su trabajo. Siguió trabajando para revistas importantes, retratando a celebridades, pero sus mejores fotografías tienen como protagonistas a gente anónima. Se suicidó en 1971 luego de una profunda depresión. Al año siguiente se convirtió en la primera fotógrafa estadounidense en ser seleccionada para la Bienal de Venecia.

Todo esto es información de contexto, porque Retrato de una Pasión no es una biografía estricta sino que la guionista Erin Cressida Wilson (que también había escrito La Secretaria) se basó en un libro biográfico de Patricia Bosworth para ensayar una aproximación muy libre a lo que pudo haber sido la motivación artística de Diane Arbus. Para ello se ubica en un período de apenas tres meses, en la Nueva York de 1958, e imagina el vínculo –primero secreto, luego abierto pero seguramente incomprendido- entre Arbus (Nicole Kidman) y un misterioso vecino del piso de arriba (Robert Downey Jr.) que oculta su rostro de la vista pública. Por cierto que esa relación despertará en Diane la pasión a la que hace referencia el convencional título castellano, porque Allan Arbus es presentado como un marido respetuoso y cariñoso pero eso no impedía que ella se sintiese estancada en su rol de esposa y asistente ejemplar. Pero sobre todo, Lionel Sweeney –que así se llama el vecino ficticio- la introducirá a los ambientes marginales donde conocerá a gran parte de los seres que inspirarán su obra, despertando en ella una creatividad hasta entonces dormida. Dicen sus biografías que Arbus se sintió tremendamente impactada ante la visión de Freaks (1932), la película de Tod Browning que tenía como protagonistas a verdaderos fenómenos de circo. Sin embargo, Wilson y Shainberg prefieren pensar que su motivación tuvo más que ver con una historia de amor bastante extraña, con claras referencias a La Bella y la Bestia, y que en definitiva habría tenido un efecto liberador.

Plásticamente la película es notable, con una dirección de arte que cumple en diferenciar esos dos mundos que conviven a un piso de distancia (la prolijidad casi aséptica de la residencia Arbus contra el desorden colorido y bohemio del departamento de Sweeney). Y Kidman confirma que es una actriz que no le teme a los desafíos, y que no piensa necesariamente en taquilla cuando decide involucrarse en un proyecto (ver sino Todo por un Sueño, Ojos Bien Cerrados, Las Horas, Dogville, o Reencarnación). A su lado está muy bien Ty Burrell en el papel de Allan.

Ciertamente no es una película para recomendar a alguien que piense que la mejor película de Nicole Kidman es Las Mujeres Perfectas. Pero quienes busquen un cine diferente y para nada complaciente con el espectador podrán encontrar más de un punto de interés, aunque más no sea como excusa para acercarse a la obra de una artista que merece descubrirse.

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy