Munich

Munich

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Presentado por
  • Titulo original: Munich
  • Dirección: Steven Spielberg
  • Género: Drama-Thriller
  • Protagonistas: Eric Bana - Daniel Craig
  • País: Estados Unidos Año: 2005
  • Duracion: 2h44'
  • Elenco: Geoffrey Rush - Mathieu Kassovitz - Mathieu Amalric - Ciarán Hinds
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: VHS DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

En setiembre de 1972, durante los Juegos Olímpicos de Munich, Alemania Occidental, 11 atletas israelíes fueron asesinados por un grupo terrorista palestino conocido como ‘Setiembre Negro’. La película cuenta lo que sucedió inmediatamente después, cuando la Primera Ministra de Israel Golda Meir ordenó a un comando de agentes de la Mossad (servicio de inteligencia israelí) salir a la caza de los supuestos organizadores y ejecutores del trágico incidente. A la cabeza de la operación está Avner (Eric Bana), un joven patriota miembro del servicio de inteligencia, quien comienza a debatirse entre su deseo de venganza y el dilema moral que significa eliminar uno a uno, a sangre fría y fuera de la legalidad internacional, a los once sospechosos de la matanza de Munich.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras... Entre la complejidad casi documental de su trama y su impecable ejecución cinematográfica, las casi tres horas de duración no se sienten y plantean interrogantes dignas de debate.

La ley del más fuerte

Steven Spielberg no podía haber elegido un mejor momento para realizar y estrenar esta película, la más controversial de su filmografía y sin dudas la más comprometida con su tiempo (a pesar de “inspirarse” –tal lo anuncia un cartel al comienzo- en eventos sucedidos hace más de 30 años).

Adaptada por Tony Kushner (Ángeles en América) y Eric Roth (Forrest Gump, El Informante) a partir de un libro de George Jonas, Munich asume la estructura de un thriller político a la manera de Costa-Gavras (Zeta, Estado de Sitio), pero es mucho más que eso. Es una reflexión profunda y cuestionadora sobre el origen de la violencia en Medio Oriente (que ya lleva décadas, incluso desde mucho antes que Munich), sobre las razones de árabes e israelíes dentro de un conflicto que sigue lejos de resolverse, y sobre las ramificaciones tanto políticas como individuales de las estrategias con que el Estado de Israel ha pretendido combatir los ataques terroristas palestinos, de los cuales el de las Olimpíadas de Munich fue simplemente el más publicitado.

Esa reflexión incluso trasciende Oriente Medio y alcanza muy explícitamente –aunque sin mencionarla- la política antiterrorista del gobierno Bush. Además de algunas referencias al papel de la CIA en el conflicto árabe-israelí, es muy notorio que en los 15 minutos finales de la película Spielberg traslada las consecuencias de lo acontecido hasta Estados Unidos, y el plano final muestra el horizonte neoyorquino con las entonces recientemente inauguradas Torres Gemelas del World Trade Center elevándose hacia el cielo. Es un símbolo imposible de ignorar, y un inquietante comentario sobre lo que aún restaba por venir, sobre todo después de ese otro “setiembre negro” de 2001 que cambió el curso de los acontecimientos y que sirvió de excusa a Mr. Bush para lanzar la delirante campaña bélica –disfrazada de “combate al terrorismo”- que sostiene hasta hoy.

Tal vez el mérito más notorio de guionistas y director sea el de plantear(se) preguntas, en lugar de dar una opinión sobre los hechos. Spielberg –un notorio judío, por si alguien no lo sabe todavía- se permite el muy legítimo derecho de dudar, de cuestionar métodos, y hasta de disentir con el derecho de Israel a expropiar por la fuerza un territorio al que llama “hogar”. En una de las líneas de diálogo más significativas de toda la película, el “experto” en bombas que interpreta Mathieu Kassovitz exclama, lleno de angustia: “Se supone que seamos justos. Si pierdo eso, pierdo mi alma”. Pero no será la única frase llena de relevancia: tras el nacimiento de su hija, Avner (un excelente Eric Bana) le dice a su esposa “eres el único hogar que tengo”; la Primera Ministra Golda Meir (una impecable caracterización de Lynn Cohen) dice que “hay que olvidarse de la paz por ahora, tenemos que demostrarles que somos más fuertes”; y Carl (Ciarán Hinds), el miembro del grupo a cargo de la "limpieza" después de cada ejecución, opina que “es extraño pensar que uno es un asesino”, a lo que Steve (Daniel Craig), pragmático y radicalmente fascistoide, le sugiere: "entonces pensá que sos otra cosa”.

Quizás ese pragmatismo y esa radicalidad son las que han conducido la política del “ojo por ojo” que mantiene el gobierno israelí a través de sus “asesinatos selectivos”, y que no parece demasiado efectiva que digamos. “Mata a un terrorista y vendrán otros seis”, dice Avner, que comienza la misión por compromiso patriótico y la termina como un hombre atormentado y razonablemente paranoico. La película termina recordando, de esa manera, que los jefes de Estado son los que deciden detrás de un escritorio pero que son hombres y mujeres los que ejecutan esas órdenes, la mayoría de las veces despojándoles de todo rasgo de humanidad. No es por casualidad que los asesinatos que el grupo comete (fuera de toda legalidad y sin vínculos oficiales a la Mossad, la inteligencia israelí) son terriblemente fríos, calculados y crueles, quizá más que los de los atletas israelíes, cometidos -según los flashbacks que muestra Spielberg- por un comando armado que parecía perder el control de cada situación.

Se podrá estar más o menos de acuerdo con los cuestionamientos y las reflexiones vertidas por la película (dentro de la colectividad judía hay quienes llamaron a Spielberg “ex amigo de Israel”, demostrando un alto grado de tolerancia...); lo que es menos cuestionable es la habilidad cinematográfica con que lleva adelante el relato. Munich es una de las obras más interesantes de Spielberg desde el punto de vista narrativo: el manejo de la tensión y los estallidos de violencia es casi siempre admirable; la reconstrución de época de la Europa de comienzos de los ’70 es impecable; y el tratamiento visual no sólo es sorprendente desde el punto de vista del manejo de la cámara (mérito de Janusz Kaminski) sino de una estética fotográfica que incluye la desaturación del color y hasta el ocasional empleo de un recurso (el zoom) propio de la época que retrata.

Entre la complejidad casi documental de su trama y su impecable ejecución cinematográfica, las casi tres horas de duración no se sienten. Y uno sale del cine con ganas de debatir durante otras tres horas. Que en un mundo crecientemente radicalizado alguien se detenga a plantearse preguntas como las que plantea Munich, es un signo de coraje y esperanza que no debería pasarse por alto.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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