Match point

Match point

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Presentado por
  • Titulo original: Match point
  • Dirección: Woody Allen
  • Género: Drama
  • Protagonistas: Jonathan Rhys Meyers - Scarlett Johansson
  • País: Inglaterra-Luxemburgo Año: 2005
  • Duracion: 2h04'
  • Elenco: Emily Mortimer - Matthew Goode - Penelope Wilton - Brian Cox
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers) es un ex tenista profesional que siempre ambicionó más suerte de la que tuvo. Pero cuando se hizo amigo de Tom Hewett (Matthew Goode) y se casó con su hermana Chloe (Emily Mortimer), las puertas se le abrieron hacia todo el éxito y dinero que alguna vez soñó tener. Chris tenía todo para ser feliz, hasta que conoció a la hermosa y sensual novia de Tom, Nola (Scarlett Johansson). La atracción inicial deriva en una obsesión que obligará a Chris a tomar una decisión crucial. Ahora todo en su vida depende de cuánta suerte tenga. Esta película, que logró revitalizar la filmografía de Woody Allen, es un drama sobre la ambición y la obsesión, sobre la seducción de la riqueza y la frecuente discordancia entre el amor y la pasión sexual. Y, más que nada, sobre el rol fundamental que juega la suerte en los eventos de nuestras vidas.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Woody Allen regresa a su mejor forma con un oscuro drama sobre la ambición, el deseo, la obsesión, y el papel que juega la suerte en el destino de las personas.

“El que dijo alguna vez ‘prefiero tener suerte a ser buena persona’ sabía lo que decía”.

Crímenes y pecados

“¿Quién será mi próxima víctima?” La frase se escucha fuera de cuadro, pero cuando vemos entrar en escena a la dueña de esa voz es casi imposible no dejar escapar una bocanada de aliento frío, como le sucede a Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers). La Nola que encarna con agobiante sensualidad Scarlett Johansson podría perfectamente pasar a integrar una selecta galería de femmes fatales junto a rubias como Barbara Stanwyck, Lana Turner, Lauren Bacall o, en años más recientes, Kathleen Turner o Linda Fiorentino (que es morocha pero igual cuenta). Solo que esta rubia, joven norteamericana aspirante a actriz en el Londres actual, es una criatura más humana y vulnerable, mucho menos arquetípica y por lo tanto bastante más real y creíble que aquellas simples “devoradoras de hombres” que acechaban durante la época de oro del film noir.

Pero la comparación tiene sentido, porque si bien Match Point no es exactamente un film noir, es un drama bastante oscuro sobre la ambición, el deseo, la obsesión, la infidelidad, el crimen, la culpa y el papel que juega la suerte en el destino de las personas. Todos ingredientes propios del género que Woody Allen incorpora, sin embargo, a una historia absolutamente contemporánea y naturalista, lo que la vuelve mucho más inquietante. Es una película que bien podrían haber dirigido Alfred Hitchcock y Claude Chabrol en una rara colaboración mutua, en la cual el primero aportaría su fina y oscura ironía, y el segundo su mirada fría e incisiva hacia los retorcidos vericuetos del alma humana.

Parece increíble pero es cierto: Allen ha vuelto a ser Allen (es decir, uno de los cineastas más completos y fascinante de la actualidad) mediante una película muy poco “alleniana”. Para empezar, se mudó a Londres y por primera vez filmó enteramente fuera de su adorada Nueva York; el clima nublado y brumoso de la capital inglesa otorga al film una estética ligeramente pesada y sombría, como una de esas tardes en las que el cielo anuncia una tormenta inevitable. No hay una sucesión de diálogos inteligentes y réplicas graciosas (aunque sí una profunda observación de personajes, ambientes y comportamientos sociales). En la banda sonora no hay jazz, sino arias de ópera salidos de viejos discos de pasta; ningún personaje masculino luce como una caricatura del propio Allen (como podían ser Kenneth Branagh en Celebrity o Will Ferrell en Melinda y Melinda). Y hasta en la forma cinematográfica uno puede percibir que hay cambios: ese comienzo en cámara lenta, con la red de tenis y la pelota cruzando el espacio de un lado a otro, es toda una novedad para un director que últimamente apenas se limitaba a ubicar la cámara frente a los actores y dejar que ellos hicieran todo el trabajo. Esta vez Allen se muestra, además de como un excelente guionista, como un inteligente y lúcido director de cine que narra también a través de la imagen.

Todo esto equivale a decir que Match Point es la mejor película de Allen desde, por lo menos, Maridos y Esposas (1992). En el medio, su filmografía ha estado llena de altibajos que lo han condenado a la repetición y el tedio, con unas pocas excepciones salvadas por algunas buenas ideas o excelentes actuaciones, como Sombras y Niebla (1992), Un Misterioso Asesinato en Manhattan (1993), Disparos sobre Broadway (1994), Los Secretos de Harry (1997), o Dulce y Melancólico (1999). Por su originalidad, notable elenco, fuerza dramática y convicción narrativa, Match Point merece figurar entre las mejores obras de su carrera, como Annie Hall (1977), Manhattan (1979), La Rosa Púrpura del Cairo (1985), Hannah y sus Hermanas (1986), La Otra Mujer (1988), y Crímenes y Pecados (1989), con la que comparte obvias referencias a Crimen y Castigo, de Dostoievski.

El dilema que se le plantea a cierta altura al ex tenista Jonathan Rhys Meyers parece una profundización del que atormentaba al oftalmólogo Martin Landau en aquél antecedente, solo que esta vez falta el contrapunto cómico que aportaba la historia del propio Allen. Aquí también Allen logra manipular a su audiencia de manera que, por momentos, uno toma partido por quien es en realidad un tipejo de conducta más que reprobable. Uno quiere, de alguna manera, que se salga con la suya, como sucedía con el talentoso señor Ripley creado por Patricia Highsmith. Tal vez sea porque, en el fondo, debemos admitir que no estamos libres de caer en las mismas tentaciones, en los mismos deseos, en los mismos crímenes y ambiciones. Y que, de hacerlo, quisiéramos que la suerte estuviera de nuestro lado, como Chris Wilton, aunque sepamos que merecemos pagar por nuestros pecados.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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