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Resumen

Hace más de cuarenta años, Belela Herrera dedica su vida a salvar la de otros. Los perseguidos políticos, los desplazados por guerras civiles, los refugiados del mundo son su preocupación y vocación. Su historia es también la de una mujer que se inventó a sí misma y torció el destino reservado a las muchachas de su clase social: unir en matrimonio su apellido a otro de la alta sociedad, una gran familia, una existencia cómoda y elegante. Y también es la historia de un legado femenino que es parte y consecuencia de la resistencia invisible de miles de mujeres.

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Comentario de Cartelera.com.uy

Imprescindible

Cuando el cine se introduce en la vida de personas de verdad valiosas, el resultado corre el gran riesgo de no estar a la altura. En este caso, la directora de este documental - la multifacética Soledad Castro Lazaroff - propone un trabajo digno - no se me ocurre un mejor elogio - en relación a la figura que aborda.

María Bernabela Herrera Sanguinetti - Belela - nació en 1927, y su infancia y adolescencia tuvieron lugar en el seno de una familia de clase acomodada. Se casó muy joven - virginísima, como ella misma lo cuenta en el film - con quien fuera con el correr del tiempo un político de renombre del ala más derechista del Partido Colorado, César Charlone Ortega. Se recibió de profesora de inglés y seguramente su madre - católica y conservadora - no sospechaba que algunas ideas de izquierda de su esposo iban a influir decididamente en su hija y, a la postre, en la vida de muchas otras personas.

En los comienzos de la década del 70, Belela acompañó a su marido en su tarea como embajador en Chile, y es a partir del 11 de setiembre de 1973 - el día del golpe de Estado en ese país -, que, mostrando toda su fibra e inteligencia, salva a muchos chilenos de la muerte; sí, literalmente.

Su Fiat 600 rojo se transformó en el medio en que, con Belela al volante, cientos de chilenos perseguidos fueron trasladados hacia aeropuertos y embajadas, salvoconductos imprescindibles en aquellas épocas. Ya cuando a instancias de Enrique Iglesias pasa a integrar el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), su tarea tomará tintes más oficiales. Su lucha y labor sostenida en lo referente a los derechos humanos, en especial en relación a los desaparecidos y a los hijos y nietos apropiados en América Latina, pasó a ser una constante hasta prácticamente estos días.

Semejante figura merecía una película que estuviera a su altura. Castro, junto al gran aporte en la investigación y en la narración de la escritora y cineasta Virginia Martínez, logra, en un tono reposado pero contundente, plasmar un retrato ajustado a lo verdaderamente importante.

Asimismo, la voz en off de la directora es una parte sustancial de lo que se va contando. Castro no esconde sus propios pensamientos en relación a los temas abordados, pero siempre desde el respeto - en especial con aspectos de la vida privada - y, de cierta forma, a modo de homenaje. Sus intervenciones, profundas en concepto, no invaden sino que aparecen como un complemento necesario. La diferencia generacional no se disimula, pero siempre situando a la mujer como centro de cambio y superación. Lo mismo pasa con los viajes que realiza con Martínez a lugares como Chile, México, El Salvador y Panamá, donde la labor de Herrera aún hoy es recordada.

Por si todo esto fuera poco, aún hoy con sus noventa y tantos años, Belela tiene - seguramente sin proponérselo - una relación deliciosa con la cámara. Al verla recorrer la casa de su infancia, o haciendo yoga, nadando y hasta maquillándose, vemos a una figura por demás luminosa que sigue asumiendo que las elecciones en la vida muchas veces cuestan, pero al menos en su caso, vaya si lo valen.

 

Por para Cartelera.com.uy