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Resumen

Juan intenta rescatar a Ulises del olvido mostrando sus últimas pinturas: “Imágenes de lo (mi) escondido”, una obra que ha permanecido dividida y oculta bajo llave y bajo tabú durante 20 años. Ésta es una historia de amor entre un hombre vivo y un hombre muerto, dos personas libres que en los años 90 le enseñaron al realizador Sergio De León sobre la mirada que descubre y la mirada que condena.

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Comentario de Cartelera.com.uy

Ulises, Juan y Sergio

Sergio De León es una especie de todo terreno en el cine uruguayo. El rol formal de asistente de dirección que ha ocupado en más de una decena de películas, queda corto comparado con su real y efectiva labor. Lo primero que hay que decir acerca de su debut como director, es que estamos ante un documental que destila ingenio, valentía y sensibilidad.

Ulises Beisso fue un artista plástico uruguayo fallecido a los 38 años en 1996, poco después de una exposición que tuvo un nombre por demás esclarecedor y categórico: "Imágenes de lo (mi) escondido". Su vínculo de pareja con Juan, hoy un hombre de 75 años, y cómo influyó esa relación en la vida del propio De León - quien los conoció a sus 19 años - es la esencia de este trabajo.

No falta un vistazo general de lo que fue la obra de Beisso. Relativo a ella, el film no elude las disputas que aún hoy hacen que su madre, contra la opinión de su marido y sus otros hijos, mantenga bajo estricta llave parte de ese legado artístico. Es claro que la aceptación de un vínculo como el mantenido por Ulises y Juan, es muy distinta en estos tiempos, comparado con lo que pasaba hace 25 años.

Fue en 2016, en el proceso de armado de una exposición que tuvo lugar en el Espacio de Arte Contemporáneo, que De León mantuvo una serie de encuentros con Juan, a partir de los cuales aquellas imágenes escondidas tomarían aún más significado. Las palabras de Juan trasuntan un amor aún latente y que no conoce la renuncia. Ya sea hablándole a la cámara, al director, cantando la canción de Jacques Brel, "Ne me quittes pas" o simplemente balbuceando en voz alta, todo su lenguaje oral y corporal está dirigido a recordar la obra de su pareja, pero más que nada, a rescatar del olvido el amor que los unió.

Un gran acierto es que en ningún momento la sensibilidad y la ternura que sobrevuelan el film dan paso a excesos melodramáticos o sensibleros. Ese equilibrio, y la forma en que De León atraviesa la trama principal para sutil pero claramente exponer su propia identidad, exhiben a un cineasta que tuvo claro su objetivo y cómo lograrlo.

Los apartados técnicos lucen con brillo propio. Las canciones de Sylvia Meyer, la fotografía de Analía Pollio, la edición de Lucía Casal y Magdalena Schinca y el sonido de Daniel Yafalían, juegan un rol sustancial en el resultado final.

En síntesis, estamos ante un trabajo sensible, honesto y amoroso, dándole a esta palabra el más profundo de los significados, ese que trae goce, vida, disfrute, pero que tampoco esconde el dolor y la renuncia. La mejor síntesis son esas rosas retratadas por Beisso con espinas muy grandes, sí, pero siendo rosas siempre.

Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy