Licorice Pizza

Licorice Pizza

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  • Titulo original: Licorice Pizza
  • Dirección: Paul Thomas Anderson
  • Género: Comedia romántica
  • Protagonistas: Alana Haim - Cooper Hoffman
  • País: Estados Unidos Año: 2021
  • Duracion: 133'
  • Elenco: Sean Penn - Tom Waits - Bradley Cooper - Benny Safdie
  • IMBD
  • Disponible en: Prime Video
  • Tipo: Película

Ficha

Resumen

Escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson (Boogie Nights, Magnolia, The Master, El hilo fantasma), Licorice Pizza narra la historia de Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) mientras crecen, se diverten y se enamoran en el Valle de San Fernando, California, en 1973.

Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

Éramos unos chicos


A muchos puede desconcertar el cambio de tono que implica una película como Licorice Pizza en la filmografía de quien hizo las mucho más dramáticas, densas y memorables Magnolia (1999), Petróleo sangriento (2007), The Master (2012) o El hilo fantasma (2017), cuatro de las mejores películas del último cuarto de siglo. Pero no hay que olvidar que hablamos del mismo director que también hizo Boogie Nights (1997), que era un homenaje nostálgico a la decadente industria del cine porno de los años 70, y Embriagado de amor (2002), una extraña y fascinante historia de amor entre un empresario solitario (Adam Sandler) y una mujer inglesa (Emily Watson). Ambas películas, al igual que Magnolia, ambientadas en el Valle de San Fernando, una zona suburbana en las afueras de Los Ángeles en la que Anderson creció durante los años 70 y 80 (y en la que está ubicado el Magnolia Boulevard que da nombre a su película).


De manera que no son pocos los elementos autobiográficos y recurrentes en la vida y obra del director que reaparecen en esta comedia romántica que es también (y, sobre todo) una recreación nostálgica de una época y un lugar que han quedado marcados en su memoria. Y es inevitable que el cine se cuele en esa recreación, con múltiples referencias reales que vale la pena rastrear; después de todo Anderson creció inserto en el mundo del espectáculo y la televisión, ya que su padre era conductor de un programa nocturno de horror en Cleveland. Gracias a él conoció a toda una galería de celebridades curiosas, no precisamente grandes estrellas de Hollywood, aunque sí frecuentadores de esos mismos ambientes, estudios y restaurantes en los que era posible cruzarse con alguna personalidad digna del Paseo de la Fama. Después de todo, Hollywood está tan lleno de estrellas e historias de éxito como de eternos aspirantes y perdedores.


¿Es Licorice Pizza para Anderson lo que Erase una vez en Hollywood para Tarantino, es decir, su obra definitiva sobre una época lejana y añorada que ya no volverá? Puede ser, pero allí donde Tarantino realizaba un homenaje a una industria en decadencia, cuyos códigos estaban cambiando y cuya falsa inocencia se vería ferozmente rasgada por la violencia de sucesos como el crimen de Sharon Tate, que cambiarían a los Estados Unidos para siempre, Anderson - de manera mucho más personal - en realidad intenta recuperar precisamente algo de aquella inocencia. Eran tiempos complicados: Nixon era presidente, la guerra de Vietnam llevaba ya demasiados años y víctimas, y para colmo se disparó la crisis del petróleo que generó desabastecimiento de combustible en todo el país. Sin embargo, sobre ese trasfondo convulsionado el director elige narrar una historia de amor juvenil, posiblemente como elogio de la frescura, no exenta eso sí de tropiezos y maduración.


La fórmula es la de una comedia romántica clásica: chico conoce chica, chico (que tiene 15 años) se muestra decidido a conquistar a la chica, que tiene 25 y - aunque es evidente que la pasa muy bien con él - se resiste como es lógico a corresponder a un adolescente diez años menor que ella. Son formidables los diálogos de esos primeros encuentros entre ambos, donde queda claro que Gary Valentine es un chico muy hábil e inteligente, además de una seudo estrella juvenil de cine y televisión y un emprendedor nato, decidido a tener éxito en el negocio más novedoso del momento, sea éste la venta de camas de agua o un centro de juegos de pinball. Pero pronto quedan claras otras diferencias entre ellos, además de la edad: Alana no tiene muy claro qué quiere hacer con su vida, es la menor de tres hermanas en una familia en la que no parece encajar del todo, y a pesar de los encantos de Gary insiste en relacionarse con hombres más grandes que terminan siendo, obviamente, un fracaso. Parecería que Alana y Gary están destinados a encontrarse una y otra vez, casi siempre a las corridas, como también lo establecen las reglas del género.


Pero claro, no es posible esperar una simple y llana comedia romántica de parte de un cineasta como Anderson. Además del trasfondo sociopolítico ya mencionado ("¡es el fin del mundo!", le grita Gary a su pequeño hermano Greg en medio de filas de automóviles) aparecen varios personajes secundarios estrafalarios, casi siempre vinculados al mundo del cine y el espectáculo. Son como breves episodios dentro de la película que están para complicar un poco las cosas y reírse de cierto tipo de personajes típicos del universo de Hollywood. Me refiero, por ejemplo, a la hilarante agente de casting que interpreta la increíble Harriet Sansom Harris; al dueño del restorán japonés John Michael Higgins (que mete un par de chistes dignos de carnaval); y sobre todo al veterano actor Jack Holden que hace Sean Penn (una clarísima referencia a William Holden) y al delirante productor Jon Peters (un Bradley Cooper algo pasado de rosca). Aquí habría que anotar también al candidato a alcalde que interpreta Benny Safdie, igualmente inspirado en un político real.


¿Podrían estos secundarios no estar en la película? Seguro. ¿Sería Licorice Pizza una mejor película si no estuvieran? Probablemente no. Parte de su encanto es precisamente constatar que nuestros héroes viven en un mundo de dementes y mentirosos, de falsos y narcisistas, y que el futuro es demasiado incierto como para perder el tiempo. Además, algunos de los momentos más graciosos de la película se deben a estos episodios, y el tramo final (con esa extraña cita de tres a la que Alana es convocada) introduce una sensación incómoda e inquietante, ideal como preámbulo para el clímax que vendrá después.


Quienes sin duda no podrían no estar en la película son sus dos formidables protagonistas, ambos debutantes: Alana Haim, integrante (junto a sus hermanas Este y Danielle, que también son sus hermanas en la película) de la banda Haim, para la cual Anderson dirigió varios videos, y Cooper Hoffman, hijo del fallecido actor Philip Seymour Hoffman, amigo y colaborador de Anderson en cinco de sus películas. Alejados por completo de los estereotipos que protagonizarían una historia de amor en Hollywood, ambos son el alma de la película e iluminan la pantalla cada vez que aparecen como ningún otro miembro del elenco, aún los más conocidos. Sólo por eso, y a pesar de no ubicarla entre lo mejor de su director, Licorice Pizza es una de las películas del año.

 


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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