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Comentario de Cartelera.com.uy

Se puede afirmar sin caer en la exageración que el 2022 empezó y terminó con Gonzalo Fonseca (Montevideo, 1922- Seravezza, Italia, 1997).

En los primeros días de enero abrió el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry en Maldonado, el acontecimiento más importante de la temporada. El museo alberga la colección de más de quinientas piezas entre las que sobresalen las de Wifredo Lam, Frank Stella y Joaquín Torres García. Pero de toda la colección, la gran novedad inaugural, la frutilla de la torta -una frutilla muy grande- , fue Madre Cava (1978) de Fonseca.

Las razones de esta afirmación son fundadas: por su imponente porte -una mole de mármol travertino de 220 x 390 x 80 cm- por casi nula presencia de la obra escultórica de Fonseca en Uruguay y porque es una pieza de arte mayor que habilita variadas lecturas -históricas, filosóficas, antropológicas, estéticas- sin agotar su significado. Y ahora asistimos a esta exposición, inaugurada el 7 de diciembre, que le dedica un hermoso catálogo y dos pisos en el museo de su maestro.

Se compone de obras de la Fundación José Gurvich y otras provenientes de diversos acervos públicos y privados, en un esfuerzo por reunir una producción muy dispersa y preciada, y por ello, difícil de curar. La variedad de técnicas y formatos da cuenta también del carácter investigativo de Fonseca: dibujos en papel, pinturas al óleo, murales, cerámicas, mosaicos, piezas talladas en marfil y en madera, esculturas en piedra. En un año caracterizado por los homenajes centenarios, el aniversario de Fonseca sobresale para cerrar una temporada y un circuito de muestras en la Ciudad Vieja de Montevideo, dedicado a alumnos del Taller Torres García (TTG) y su legado.

La exposición destaca por la gran variedad de recursos técnicos de Fonseca, que delata su gran capacidad de trabajo y el desarrollo -o el despligue- de las ideas torresgarcianas que lleva a diferentes niveles expresivos, de gran calidad. Algunos de estos trabajos documentas, con croquis , dan cuenta de los viajes por sitios arqueológicos de Europa, Asia, Egipto y América. Estos dibujos y escritos confirman que Fonseca observa la arquitectura y el arte de los antiguos con el prisma de Torres, con su mismo vocabulario. Cuestión que lo convierte, y esto es casi un consenso en Uruguay, en uno de los más avezados alumnos de Torres. No hay necesidad de romper con la tradición, con ninguna tradición, en el arte de Fonseca. O quizás sí, pero esa es otra historia. Torres está con las vanguardias, las impulsa desde adentro. Su proyecto moderno, aunque anclado en las tradiciones milenarias de un arte universal, es "constructivo" también en el sentido moral del término. En cambio, el anclaje de la obra de Fonseca en las ruinas arqueológicas parece un anuncio del derrumbe del proyecto de la modernidad. Sus obras pueden verse como actos de despedida, como exequias u ofrendas necesarias con miras a una próxima Gran Reconstrucción que reviva el tiempo y el espacio de lo sagrado.