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Resumen

Babylon, de Damien Chazelle (ganador de un Oscar por La La Land), es una narración épica ambientada en Los Ángeles durante los años 20. Una historia sobre la ambición desmedida y los excesos descomunales que recorre el ascenso y la caída de diversos personajes durante una época de decadencia y depravación en los albores de Hollywood.

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Comentario de Cartelera.com.uy

Erase una vez en Hollywood

En su consagratoria Whiplash (2014), el director Damien Chazelle (Rhode Island, 1985) llevaba a un extremo lo que puede suceder cuando la vocación artística se convierte en obsesión. En La La Land (2016), por la que se convirtió a los 32 años en el director más joven en ganar un Oscar, presentaba una colorida, romántica y también desencantada visión musical de Hollywood, esa máquina de sueños que era al mismo tiempo una devoradora de talentos y de aspirantes a estrellas. Podría decirse que en Babylon, sin duda su película más ambiciosa hasta el momento, Chazelle profundiza aún más en esos temas que sin duda constituyen un motor creativo. Resulta difícil imaginar cuál será su próxima apuesta...

El universo de Babylon es el del Hollywood de los años 20, ese territorio todavía pionero y salvaje de consolidación de una industria que ya entonces funcionaba como una maquinaria aceitada, si bien en algunos aspectos rudimentaria y en muchos sentidos peligrosa, incluso para la vida humana (como lo era no muchas décadas atrás ese mismo salvaje oeste). Es el mismo universo que vimos retratado en películas como Good morning Babilonia (de los hermanos Taviani) o El artista (la película muda y en blanco y negro de Michel Hazanavicius), el de la transición del cine mudo al sonoro y todo lo que eso significó para directores, intérpretes, técnicos, exhibidores y audiencias, pero de manera mucho más descarnada, barroca, delirante e incluso violenta.

Este Hollywood, según Chazelle, era un lugar repleto de corrupción, vicios, excesos, desquiciados y hasta psicópatas, donde lo único que importaba era la próxima toma, poder terminar la película que se estaba filmando, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Literalmente. Y eso también se reflejaba en parte en el cine que se hacía en aquel momento, sin mayores censuras, al menos hasta que apareció el Código Hays, que a partir de 1930 estableció limitaciones a lo que era moralmente aceptable ver (y lo que no) en una pantalla de cine.

Es la misma industria cambiante que retrataba - 40 años después - Érase una vez en Hollywood (2019), aunque sin la competencia de la televisión ni los efectos sociales y políticos de acontecimientos traumáticos como el asesinato de Kennedy o Martin Luther King, la guerra de Vietnam, el clan Manson, el caso Watergate, etcétera. Alguien podría decir que Babylon es Érase una vez en Hollywood en ácido, lo cual es decir bastante cuando se tiene en cuenta que la película de Tarantino incluía a Charles Manson y a una delirante matanza final con lanzallamas incluido. Pero es cierto que la de Chazelle por momentos podría hacer ruborizar al mismo director de Bastardos sin gloria, por su despliegue de excesos y zonas oscuras, incluyendo una suerte de descenso a los infiernos que conviene no adelantar.

Sin embargo, por mejor director que sea y por más recursos que tenga (y Babylon es una película que en despliegue visual y puesta en escena casi siempre llena el ojo) Chazelle no es Tarantino; su buen pulso narrativo no es constante, hay secuencias enteras que se exceden innecesariamente y no conducen realmente a ningún lado y sólo pueden entenderse como "pequeños" guiños internos hacia la industria y sus conocedores. De otra manera no se explica mucho por qué toda esa secuencia de grabación de una escena que se repite una ya otra vez por diferentes problemas, sobre todo de sonido; si la intención era precisamente graficar los cambios que implicaba para la dinámica de un rodaje la introducción del registro sonoro, se podría haber resuelto en cinco minutos y no dedicar 15 o 20, salvo que se quisiera ofrecer una oportunidad de lucimiento para el histrionismo de Margot Robbie, que los tiene y muchos a lo largo de más de tres horas.

Pero quizás el mayor problema de Babylon es que no logra realmente generar empatía por casi ninguno de sus personajes protagónicos: un inmigrante mexicano (Diego Calva) dispuesto a hacer lo que sea con tal de llegar a un set de rodaje; una aspirante a actriz (Robbie) muy talentosa pero también autodestructiva (algo así como una versión junkie y rota del personaje de Emma Stone en La La Land); y una estrella veterana (Brad Pitt) para quien la transición al sonido significa el inicio de su decadencia. Esto posiblemente tenga que ver con ciertas inconsistencias en el desarrollo de los personajes (particularmente el primero) aunque también con el tono elegido por el director, que desde el comienzo apela a la comedia negra al mejor estilo Tarantino o hermanos Coen, pero que más adelante deriva hacia el melodrama o directamente hacia la tragedia. Quizás tenga sentido, después de todo la historia de Hollywood contiene elementos tanto absurdos como trágicos y el exceso es una constante.

 

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy