Obra reciente

Analía Sandleris

  • Muestra: Obra reciente
  • Género: Pintura

Ficha

Resumen

Analía Sandleris

Persevera el imperativo de los grandes planos para sus monumentales y crípticas narraciones, elocuentes en su persistente mutismo. Sus polípticos conviven con planos bidimensionales verticales estrechos, a veces insuficientes per se, completándose en piezas paralelas como episodios fragmentarios de su relato. La honda sustancia de un todo desasosegado se mantiene, permitiendo sin embargo restringidas efusiones por donde aflora el espíritu delicado, sutil de sus melancólicos collages, lenguaje recuperado a veces y aplicado sobre la violencia pictórica de sus telas como el remanso emergente de un recuerdo.

Las composiciones, oscilando entre la monumentalidad horizontal y la verticalidad estilizada, de esquema compartimentado como una secuencia de expresiones afectivas coherentes o contradictorias, no carecen de una dignidad solemne, concluyente en sus pinturas de mayores dimensiones. Una belleza salvaje, agresiva, rotunda, sin embargo dolida y elegíaca a veces.

La potencia desgarradora, persistencia esencial en esta serie reciente de pinturas hoy despojadas de ciertos símbolos antes constantes, persevera enfática en otros íconos como la admonición surgida de una percepción del mundo y de su resonancia íntima. Sentirse extranjero en un mundo que ya no se reconoce como propio: realidad externa y amparo en un sí mismo recluido tras estructuras imaginarias que impiden el acceso y el escape; los códigos se resignifican tácitamente como salvaguarda.

En la pintura de Sandleris perdura un rico yacimiento de pasiones, fulgores emergidos como acordes profundos de gamas cromáticas, entramados en ficciones de pseudo profundidad, formas embozadas por veladuras, en que cohabitan lo tumultuoso, la violenta agitación de carácter formal con un delicado sentido de la intimidad, de lo mágico insondable.

El espíritu áspero, con carácter permanente en su obra, fluye voluptuoso, desbordado en armonías bárbaras tanto como lejanas, graves y profundas. Tinieblas caóticas, hogueras encendidas, lluvias violentas, fondos blancos como espacios desanimados o transparentes de inconfesable materialidad. Sombras oscuras se surcan de frágiles hileras de claridad para repetir obstinadas sus reductos desolados, su feroz desamparo desdoblado en refugio contra el afuera abominable.

En el arte se busca lo que está en la imagen y también lo que está más allá, una revelación de sí mismo, una certeza legítima del conocimiento. El tiempo queda aprisionado y a la vez anulado en la obra: es el presente eterno inexistente. Quien contempla la pintura de Analía Sandleris, por un momento también se integra a esa realidad ajena, se convierte en parte de ese juego cuyas reglas estableció la artista. La experiencia fascinante e inhóspita de integrarse a este universo tan lleno de espanto y a la vez de consuelo, propone una confrontación con el mundo, como la de cada individuo que anda solo - el que ve y el que ignora -, perdido frente a la inmensidad de lo desconocido, frágil e indefenso aun en su estúpida soberbia.

María Yuguero

Apoya Fundación Itaú.

Inauguración: 10 de marzo a las 19 h en la sala María Freire.

Cierre: domingo 28 de mayo

Fuente: Museo Blanes

 

 

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Salas

  • Museo Municipal Juan Manuel Blanes

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    • 10/03/2023 - 28/05/2023

      • Martes a domingo de 12 a 18 hs

Comentario de Cartelera.com.uy

La exposición «Del discurrir inmóvil», de Analía Sandleris (Montevideo, 1958), dispone de una de las salas más espaciosas del Museo Blanes, la María Freire, para los últimos grandes lienzos y collages de la artista. En la antesala de la galería ofrece, con dos largas paredes y sendas vitrinas, parte de lo que fuera su evolución creativa desde los años ochenta del siglo pasado. Ese introito invita al visitante a adentrarse luego sin mayores rispideces ni vuelcos sorpresivos al universo plástico de Sandleris.

Siempre tuvo algo de visceral y de animal su pintura: la paleta baja, de tonos marrones y cetrinos, mucho negro, manchas como sangrados, salpicaduras y escurrimientos moviéndose en un terreno de abstracción y de siluetas figurativas grotescas, en su mayoría, animales. Nos deslumbran los collages de 2000, con las transparencias y las máculas expresivas, la introducción de fotografías y el trabajo melancólico sobre el paso del tiempo.

Pero, al cabo, lo que más sorprende es el contraste entre el vértigo de unas pinturas que a primer golpe de vista parecen impulsivas y detonadas y luego, en los pequeños detalles, revelan un moroso detenerse en la composición para estructurarla, remirar, componer. Se puede pensar, entonces, en cuánto se medita la pintura, en lo que esconde el proceso previo a tomar el pincel o la espátula y en cómo cala ese pensamiento subterráneo, apenas consciente, en el resultado. Como si detrás de todo aparente descuido hubiera un dandy invisible que ejerciera, parafraseando a Thomas de Quincey, «el asesinato considerado como una de las bellas artes».

Cambian los formatos, las técnicas, las dimensiones, pero el registro de Sandleris es de una oscura intensidad que se mantiene. En los últimos años va cobrando mayor importancia la espacialidad en su pintura, tal vez como consecuencia de su incursión profesional en el paisajismo y el trabajo directo en los jardines. La pintura se ahonda. Muros y paredes sugeridas en sus cuadros se jalonan con barras o barrotes de grises y blancos, imponiendo ritmo a la perspectiva unifocal. Y su intensidad tenebrosa siempre está al fondo, como al acecho. Dice María Yuguero en un texto de sala: «Sentirse extranjero en un mundo que ya no se reconoce como propio: realidad externa y amparo en un sí mismo recluido tras estructuras imaginarias que impiden el acceso y el escape; los códigos se resignifican tácitamente como salvaguarda».

Observando la presencia de estas barras verticales se puede pensar en formas de confinamiento o de defensa respecto al exterior, como sugiere Yuguero. Pero, también, sorprende la frecuencia de los moteados y los pelajes, pieles de animales salvajes junto al blanco que deslumbra con su tímbrica casi estridente por contraste con el resto de los campos cromáticos apagados. La escritura caligráfica, muy frecuente en sus obras a principios de siglo, desaparece casi totalmente, como un borrón en la historia: lo que queda es el espacio de lo innombrable.

Pablo Thiago Rocca

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ARTE/27762

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