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Ficha

Resumen

A sus 88 años, Fernando, abuelo de la directora Valentina Baracco Pena, le propone hacer una película juntos. Su propuesta llega cuando ella le dice que se va a mudar de casa. Así empiezan a filmar, ella con su cámara y él con la suya. Si bien han convivido por más de 20 años, es a través de la cámara que se ven como nunca antes lo habían hecho. Ese soplo es un registro íntimo sobre su vínculo, el amor y las pérdidas, en busca de comprender qué significa estar vivos.

 

Sábado 7 de octubre: función con participación del equipo técnico-artístico) - Viernes 13 de octubre: versión accesible con LSU, audiodescripción y subtítulos descriptivos

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Comentario de Cartelera.com.uy

Ese soplo, estas vidas

 

Hay quienes sostienen que en la vida todo pasa por algo. Independientemente de lo real o no que pueda encerrar esa aseveración, esta ópera prima documental de Valentina Baracco Pena es un ejemplo adecuado para aquellos que adhieren a esa teoría.

 

Más allá de su sólida formación audiovisual, la dirección no estaba en los planes de esta joven cineasta. De hecho, junto a Eugenia Olascuaga formaron la productora Monarca Films y sus actividades estaban volcadas casi exclusivamente a la producción. Todo cambió un día de hace ya más de diez años, cuando Baracco Pena decide irse a vivir con su pareja y, juntando fuerzas, se lo comunica a su abuelo de 83 años, con quien había convivido – en su momento también con su madre y su abuela - durante toda su vida. Es en ese momento que Fernando, el abuelo, le dice, casi le exige, a su nieta que le gustaría hacer una película que lo retrate. Lo primero que hay que decir es que ese bienvenido pedido dio lugar a un trabajo que lejos está de agotarse en la mera descripción de un vínculo entre abuelo y nieta. Por las reflexiones que dispara, por los que temas que trata ya sea directamente o sobrevolándolos, y por cómo los plantea la directora, es mucho más que eso.

 

Durante cinco años, Valentina se dedicó solamente a filmar. Es notorio el cuidado que puso en cada encuentro con Fernando, dedicando el tiempo necesario a cada plano, a cada diálogo, ya sea compartiendo estados de ánimo o cosas eminentemente mundanas como por ejemplo el devenir de unos pájaros que aparecieron un día en el jardín de la casa. Al cabo del tiempo, la joven cineasta comienza a plasmar un sutil y sensible guion – complementado por la sabia edición de Magdalena Schinca - que pone una mirada más que atenta en su abuelo, en el vínculo entre ambos y también en ella misma.  

 

Es así que, por ejemplo, somos testigos de la lucidez de ese jubilado bancario viudo que renace en cada primavera, de cómo recuerda y añora a su esposa y de su sutil – aunque a veces no tanto -  forma de reclamar a su nieta compañía y cuidado. En relación al vínculo, lo que salta a la vista es el amor que se profesan, aún en un momento tan especial de sus vidas. Pero también descubrimos mucho acerca de la propia Valentina. Por un lado, el hecho de que el documental le permitió conocer detalles de su abuelo – sus reales gustos, sus sentimientos profundos - de los que no se había percatado en todos esos años de convivencia. Y una mirada medianamente sagaz captará también ese dilema entre el querer y el deber, entre complacer al anciano o seguir el propio camino, eso tan común – y quizás poco hablado - entre los que afrontan ese tipo de situaciones. Todo narrado sin grandilocuencia, en ese tono sutil que distingue al filme, pero con suma claridad.

 

Fernando, Baracco Pena y equipo – además del montaje de Schinca vale resaltar también la disfrutable y apropiada música original de Hernán González – han logrado una real proeza. Bienvenida la aparición de esta cineasta en el panorama de un cine uruguayo tan rico en el rubro documental. Decir que quedamos expectantes ante un futuro trabajo es poco.      

Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy