El cisne negro

El cisne negro

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Presentado por
  • Titulo original: Black Swan
  • Dirección: Darren Aronofsky
  • Género: Drama-Thriller
  • Protagonistas: Natalie Portman - Vincent Cassel
  • País: Estados Unidos Año: 2010
  • Duracion: 1h48'
  • Elenco: Mila Kunis - Barbara Hershey - Winona Ryder
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

En este thriller psicológico de Darren Aronofsky (Réquiem por un Sueño, El Luchador), Natalie Portman interpreta a Nina, integrante de una exigente compañía de ballet de Nueva York cuyas aspiraciones se ven amenazadas ante la llegada de una nueva compañera de danza (Mila Kunis). La película es toda una travesía por la psique de una joven bailarina cuyo papel estelar como la Reina de los Cisnes parece ser un rol para el cual resulta perturbadoramente perfecta. Portman obtuvo el Oscar y varios premios más a la mejor actriz por este trabajo.

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Un efectivo (y quizás efectista) estudio sobre la psicosis de una bailarina en busca de la perfección. Lo que sobresale es la abrumadora entrega física y emocional de Natalie Portman, tal vez en el rol más exigente de su carrera.

Bailarina en la oscuridad

Parece que fue ayer que salía de ver Pi, un 18 de abril de 2000 (según la base de datos Cinestrenos), y reconocí como perdido, paradito entre la gente en el hall de La Linterna Mágica, al entonces desconocido Darren Aronofsky, que había venido a presentar su película en el Festival de Cinemateca. Creo que lo acompañaba el actor y co-guionista Sean Gullette, que lucía tan perdido como él, quizás sorprendido de que nadie se detuviera a reconocerlos. Hoy, cuatro películas y 11 años más tarde, Aronofsky es candidato al Oscar y es reconocido como uno de los cineastas más interesantes del nuevo siglo. Claro, no todo el mundo está de acuerdo.

El recuerdo de aquella noche en La Linterna Mágica no es casual: permite reafirmar algunas de las constantes en la filmografía de este director, nacido en Brooklyn en 1969. Al igual que Pi (1998) - película que significó su descubrimiento internacional y que fue una de las producciones independientes más celebradas de fines del siglo XX - Black Swan es también un retrato sobre la paranoia, sobre las psicosis que suelen perturbar el alma y la mente humanas. Como (casi) todas las películas de Aronofsky, tanto Pi como Black Swan tratan en definitiva sobre algunas de las obsesiones del ser humano, obsesiones que suelen conducir a sus personajes hacia una deformación en su percepción de la realidad. Tanto el brillante matemático que encarnaba Sean Gullette - que creía haber hallado escondido en el número Pi un código secreto con implicancias divinas - como la bailarina que interpreta Natalie Portman, sus vidas se han convertido en una única cosa: la obsesiva y enfermiza búsqueda de un objetivo concreto (revelar el verdadero nombre de Dios, ser la bailarina perfecta).

Del mismo modo, los personajes de Réquiem para un Sueño (2000) parecen vivir sólo para satisfacer su necesidad inmediata de estímulo y evasión, aunque eso signifique destruir sus vidas bajo el consumo de drogas. Y el protagonista de La Fuente de la Vida (tal vez el proyecto más ambicioso e irregular de Aronofsky hasta la fecha) trasciende su propio tiempo vital (literalmente) en la búsqueda de la eterna juventud. En medio de esas obsesiones, y aunque parezca (y de hecho lo sea) un proyecto más modesto y con los pies en la tierra, la extraordinaria El Luchador (2008) es también el retrato de un individuo que se obsesiona, que lucha contra su propio deterioro físico (otra constante en la obra del director: el cuerpo humano y su transformación) en pos de un objetivo último e innegociable: hacer lo único que sabe y disfruta hacer, aunque sea lo último que haga. Son increíbles, en ese sentido, las similitudes entre el luchador Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke) y la bailarina Nina Sayers. Y Aronofsky describe sus respectivos rituales, sus preparativos y sus performances (ya sea en el ring o en el escenario) con la misma meticulosidad y respeto.

En ambos casos hay una exigencia en el entorno, en la disciplina que se ha elegido, que somete a los personajes a una carrera contra su propia resistencia física y emocional. Pero Black Swan es tanto una película sobre el exigente ambiente del ballet profesional como El Luchador lo era sobre los extenuantes circuitos de lucha libre. En todo caso, se trata de contextos donde los personajes ponen en juego su particular búsqueda de la perfección. En esa búsqueda, la personalidad de Nina se desdobla entre la bondad y la maldad, entre lo blanco y lo negro. La Nina inocente, pura y sensible, casi una niña que duerme entre peluches y cajitas de música (el cisne blanco) va dando paso a la Nina ambiciosa, oscura, impulsiva y sexual (el cisne negro). La convivencia de ambos personajes en El Lago de los Cisnes (o al menos en la versión que del célebre ballet de Tchaikovsky quiere montar el coreógrafo Vincent Cassel) encuentra un contrapunto obvio aunque interesante en la creciente dualidad de Nina, una joven presionada por sí misma, por su carrera y por su madre (notable Barbara Hershey), una ex bailarina que abandonó tempranamente su carrera para criar a su hija y luego intentar forjar en ella a la estrella de la danza que ella misma no pudo ser. Ese vínculo madre-hija es tal vez el costado más atractivo de la historia (escrita por Mark Heyman, Andrés Heinz y John McLaughlin, a partir de una historia de Heinz), y probablemente constituya una fiesta para los profesionales de la salud mental que se acerquen a ver la película interesados en el estudio de la psicosis de Nina.

En el retrato de esa psicosis, que incluye permanentes juegos de espejos, deformaciones de la realidad y algunos golpes de efecto propios del cine de terror, Aronofsky se excede y aprieta el acelerador a fondo, como un hábil prestidigitador que busca impresionar a su público sin darle tiempo de descubrir los trucos. Es una estrategia parecida a la que convertía a Réquiem para un Sueño, al menos en su primera visión, en una experiencia devastadoramente emocional capaz de dejar al espectador en estado de shock. Claro que en una segunda o tercera visión el impacto ya no era el mismo, y empezaban a aparecer los recursos algo tramposos del director (que no son más que las herramientas con las que cuenta cualquier director, usadas con mayor o menor grado de simulación al servicio de lo que quiere transmitir). Se me ocurre que algo parecido sucede con Black Swan, pero sólo podré afirmarlo con propiedad la próxima vez que la vea.

Lo que no puede negarse es la abrumadora entrega física y emocional de Natalie Portman, tal vez en el rol más exigente de su carrera. Los matices de su(s) personaje(s) y sus crecientes transiciones entre la luz y la oscuridad constituyen un verdadero tour de force que no debería sorprender a quien haya seguido la maduración como actriz de aquella nenita que debutó en El Perfecto Asesino (1994). Si efectivamente gana el Oscar al que es candidata, lo lamentaré enormemente por Annette Bening (quien lo merece hace rato) pero no habrá nada que reprocharle a la Academia.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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