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Ficha

Resumen

En clave de thriller político, el director Esteban Schroeder (El Viñedo) reconstruye el sonado “caso Berríos” a partir de la investigación que lleva adelante la abogada uruguaya Julia Gudari (Roxana Blanco), asistente del juez Santa Cruz (Jorge Bolani). Julia comienza a desentrañar una historia sórdida, relacionada con el secuestro y asesinato del químico chileno en Uruguay, que involucra directamente a su familia de militares.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: La corrección técnica y un par de actuaciones destacables (Roxana Blanco, María Izquierdo) no logran disimular el ritmo cansino y la falta de profundidad a un tema que prometía. El cine uruguayo sigue estando en deuda con nuestra historia reciente.

Tiro de gracia

Ante todo conviene aclarar que lo realmente verídico de esta película está al comienzo, donde se muestra a una persona huyendo, y al final, donde esa misma persona aparece muerta, enterrada en un balneario uruguayo. Todo lo demás es ficción relacionada con ese hecho. Ese individuo era Eugenio Berríos, quien fuera un químico chileno que practicó métodos siniestros en la dictadura de Pinochet y cuya muerte en nuestro país fue un coletazo más de los tantos que sufrieron las débiles democracias latinoamericanas de finales de los ochenta y principios de los noventa.

En base a este hecho real, el director Esteban Schroeder nos cuenta una historia donde la trama fundamental pasa por las vivencias de la asistente del juez que investiga la causa, Julia Gudari, en cuya historia se confunden una serie de temas que tocan su vida de pareja y sobretodo familiar, al ir descubriendo lazos oscuros de gente muy cercana -su padre y su hermano, ambos militares- con el tema investigado.

Schroeder vuelve a poner la mira, junto al guionista Pablo Vierci (entre otros), en cuestiones que en su momento generaron un gran interés en la sociedad uruguaya. Esto había pasado ya con su anterior filme, El Viñedo (2000) -también con Vierci en el guión-, donde se trataba un tópico muy candente en el Uruguay de los últimos tiempos como lo es la inseguridad y los métodos que se usan para combatirla.

Si bien Matar a Todos (que Schroeder considera su primer largometraje, al haber sido El Viñedo el piloto para una serie de televisión que nunca se continuó) está un par de escalones arriba que su fallida predecesora, nuevamente las expectativas que abría una historia a priori muy interesante no fueron confirmadas en el plano rigurosamente cinematográfico.

Para empezar estamos ante un filme sin grises, donde los buenos y malos están totalmente definidos. Si a esto sumamos que lo que se cuenta -la historia de Julia fundamentalmente- está planteado claramente en los primeros quince minutos y que el resto muestra una ampliación reiterada a lo narrado en primera instancia, concluimos en que los resultados no son demasiado alentadores.

El ritmo es cansino, con escenas alargadas que no ofrecen consistencia al relato. Si bien la lentitud, como sabemos, no es sinónimo en absoluto de mal cine -como contracara recuerdo todo lo bueno que aportaba para la historia aquella “lentitud” en Whisky, por citar solo un ejemplo en otra película uruguaya-, en este caso esa cuestión le quita profundidad y continuidad a lo que se quiere contar.

Los rubros meramente técnicos están correctos y en cuanto al elenco, destaco a la actriz chilena María Izquierdo -que brinda el único momento donde se llega a cierta intensidad dramática- y a Roxana Blanco en el papel principal, que si bien no ofrece aquel trabajo lleno de matices de Alma Mater, no está mal en su papel. Por aquí me quedo en este rubro.

Todavía el cine uruguayo -bastante prolífico por suerte últimamente- no ha brindado “la buena película” en temas relativos a nuestra historia reciente. Matar a Todos, a pesar de haber ganado algunos premios en el plano internacional, sin duda no lo es.

Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy