Un cuento chino

Un cuento chino

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  • Titulo original: Un cuento chino
  • Dirección: Sebastián Borensztein
  • Género: Comedia dramática
  • Protagonistas: Ricardo Darín - Ignacio Huang
  • País: Argentina-España Año: 2011
  • Duracion: 1h33'
  • Elenco: Muriel Santa Ana - Pablo Seijo - Iván Romanelli
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Roberto (Ricardo Darín) es un veterano de la Guerra de las Malvinas. Su vida se ha detenido hace 20 años a causa de un duro revés del destino y desde entonces vive recluido en su casa, atrincherado, casi sin contacto con el mundo, hasta que un extraño evento lo saca de su rutina y de su encierro. Literalmente debe hacerse cargo de Jun (Ignacio Huang), un chino que deambula perdido por Buenos Aires en busca de su tío, el único familiar que tiene vivo. Comienza así una convivencia forzada, a la vez que Roberto intenta todo lo que está a su alcance para sacarse de encima a Jun.

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Intenta ser una comedia costumbrista, una comedia dramática, o una comedia a secas, pero en cualquier caso la gracia y el interés se desvanecen. Darín está bien, pero en piloto automático. El casi debutante Ignacio Huang está muy bien.

El dulce de leche es oriental

Hace unos años, una vaca cayó desde un avión impactando en un pesquero en China. A partir de una recreación curiosamente libre de ese hecho verídico, el director y guionista Sebastián Borensztein construye una historia en la que, por esas cosas del destino, un joven chino, desorientado y con nulo conocimiento de idioma y ambiente, llega a Buenos Aires en busca de su tío, y se encuentra con un ferretero hosco, solitario y obsesivo.

Así planteadas las cosas, se estaba ante una muy buena posibilidad de contar una anécdota interesante y realista en relación al choque de culturas que podría generarse entre dos personajes tan particulares; sin embargo, en caso que esas hayan sido las intenciones, los resultados hablan de algo muy distinto.

A esta altura, Ricardo Darín debe ser la única estrella del ambiente artístico argentino (por más que sabemos que últimamente en ese rótulo caben un sinfín de variantes, algunas no demasiado edificantes) que no desarrolla su labor básicamente en el medio televisivo. Su talento y carisma - además de asegurar grandes éxitos de taquilla como está sucediendo con esta película - se han paseado por una cantidad de filmes en los que sus personajes aportan credibilidad y matices ajustados para cada uno de los casos. En esta oportunidad, su sola presencia - si bien correcta y en piloto automático - no logra disimular carencias que traen como corolario un filme menor, anodino y - siendo cauteloso en el adjetivo a emplear - poco simpático.

Si nos referimos a aspectos meramente cinematográficos, el filme plantea un coqueteo constante en relación a temas y estilos narrativos, pero no termina afirmándose en ninguno. Coquetea con la comedia costumbrista pero luego del tercer golpe de efecto acompañado del chiste fácil, esa variante se agota; coquetea también con la comedia dramática, pero la ligereza con que se resuelven algunas situaciones y lo inverosímil de otras, hacen que la intensidad prontamente se desvanezca.

Si bien importantes, los principales reparos ni siquiera pasan por ahí, sino por lo que se desprende desde lo conceptual. Un tipo de historia como esta, que pone su énfasis en la contienda de opuestos, pierde notoriamente pie cuando el recurso de reírse del otro y no con el otro se repite hasta el hartazgo.

Según palabras de Borensztein, se tuvo un cuidado especial en no caer en el chiste frívolo y demagógico en relación al choque de culturas, pero francamente creo que, si se intentó, no hubo éxito en tal propósito. En la mayoría de las oportunidades, la gracia y la risa se buscan en función de las actitudes del personaje muy bien interpretado - justo es decirlo - por Ignacio Huang, contrastando con la actitud con aires de superioridad cuasi paternalista de Roberto, el personaje que encarna Darín.

Para contrarrestar esta sensación, se recurre a algunos simbolismos harto obvios y que no consiguen el efecto deseado, como el accidente que destruye el lugar donde Roberto atesoraba algunos recuerdos familiares; y qué decir de lo demagógico que resulta utilizar un pasaje desgraciado de la historia argentina para justificar - casi a fórceps - el carácter ermitaño y poco sociable del protagonista. Resulta demasiado evidente el afán de no profundizar, buscando un atajo débil que todo lo explique.

A pesar de estar ya ante su tercer largometraje, daría la impresión que el director no ha logrado aún despegarse de un lenguaje televisivo - en el que ha realizado la mayoría de su obra - que suele dar explicaciones concretas y resoluciones tranquilizadoras que en lo posible no generen demasiadas incomodidades.

A este panorama poco alentador hay que agregarle una gran cuota de previsibilidad presente ya desde los primeros momentos, y la construcción lineal y bordeando lo bizarro de algunos personajes secundarios que poco aportan y hasta llegan a molestar en su trivialidad. Ejemplos claros son el de la eterna enamorada del ferretero, que soporta sin explicación aparente todo tipo de desplantes, y el del cliente que es maltratado por el único pecado de ser específico en relación a lo que quiere comprar. Ese trato, para nada cordial para con algunos - la mayoría - de sus personajes, es la marca en el orillo de esta película.


Por Pablo Delucis para Cartelera.com.uy

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