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Resumen

Tom Hooper, ganador de un Oscar por El discurso del rey, es el encargado de llevar a la pantalla el célebre musical basado en la novela de Victor Hugo. Hugh Jackman interpreta al ex prisionero Jean Valjean, que luego de romper su libertad condicional es asediado sin descanso por Javert (Russell Crowe), un policía sin escrúpulos. Tras cambiar de identidad, Valjean acepta hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), una humilde trabajadora de una fábrica. Esa decisión cambiará sus vidas para siempre.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Hay dos momentos que justifican toda la película, y ambos le pertenecen a Hugh Jackman y Anne Hathaway. El problema es que ambas escenas suceden en la primera media hora... Aún así, para quien busque un espectáculo que llene la vista y el oído probablemente Los miserables valga cada peso de la entrada.

 

Cantame tu condena

 

El cine musical, que llegó a ser uno de los géneros preferidos del público durante la era dorada de Hollywood (entre los años 30 y 50 del siglo XX), cayó en declive a partir de mediados de la década del 60, a pesar de algunos títulos clásicos como Hello, Dolly! (1969), Cabaret (1972) o All that jazz (1979). Tal vez el estrepitoso fracaso comercial de Golpe al corazón (1982), el musical de Francis Ford Coppola filmado en estudio que casi causa la bancarrota de su compañía productora, fue algo así como la caída de telón para un género que ya había perdido su período de gloria hacía rato.

 

Exactamente 20 años después, primero con Moulin Rouge (2001) pero sobre todo con Chicago (2002) - el primer musical en ganar el Oscar a la mejor película en casi 40 años - el género pareció revivir. Entre tanto, el éxito de los musicales se había trasladado a la escena teatral de Broadway, donde tuvo una época de particular suceso comercial hacia fines de los 70 (Evita) y especialmente en los 80, con hits como Cats, Sweeney Todd, El fantasma de la ópera y Les Misérables. Escrito originalmente en francés por Alain Boublil y Jean-Marc Natel y musicalizado por Claude-Michel Schönberg, el musical inspirado en la novela de Victor Hugo se estrenó en París en 1980. La versión en inglés - adaptada por Herbert Kretzmer - llegó primero a Londres en 1985 y luego a Broadway en 1987, donde se convirtió en el tercer espectáculo de más larga duración en la historia de la escena neoyorquina.

 

El mismo productor de la versión teatral británica, Cameron Mackintosh, está detrás de esta adaptación al cine co-producida por Tim Bevan y Eric Fellner, dos productores independientes responsables de algunas de las películas británicas más prestigiosas de los últimos años (Elizabeth, Orgullo y prejuicio, El topo). La decisión de encomendar la dirección al también británico Tom Hooper (El discurso del rey) parece por un lado lógica (es un especialista en dramas de época) pero también arriesgada, dado que nunca antes había dirigido un musical. El resultado es todo lo vistoso que cabe esperarse, aunque también peca - como todo proyecto que se pretenda es-pec-ta-cu-lar - de excesivo.

 

A diferencia de la discreta intimidad que exhibía El discurso del rey (2010), Los miserables luce por momentos vertiginosa, con complejos planos secuencias y cámaras voladoras, gran despliegue de efectos visuales y cientos de extras (todos impecablemente vestidos por el español Paco Delgado). Aún cuando la cámara está cerca de los personajes, Hooper y su director de fotografía Danny Cohen no pueden evitar moverla, insistiendo además en esos lentes gran angulares que ya habían usado en su anterior y oscarizada película.

 

Es demasiada parafernalia técnica, demasiado chiche visual para una historia que lidia con intensos conflictos individuales y colectivos; la que escribió Victor Hugo, claro está, porque la versión musical se queda, por lo general, en el brillo de la superficie sin ahondar en las angustias de cada personaje, como buen melodrama. Todo va demasiado rápido, demasiado básico, y aún así la película se extiende hasta las dos horas y media a medida que Valjean huye de Javert, Javert se obsesiona con Valjean, Fantine se sumerge en la miseria, Cosette es adoptada por Valjean, Marius se enamora de Cosette, Eponine se enamora de Marius, y Marius participa de un alzamiento revolucionario. Todos los personajes cantan sus penurias en largos soliloquios, o se enfrentan en diálogos cantados (el 98 por ciento de los diálogos lo son) a lo largo de un repertorio musical que contiene algunos momentos poderosos. No todas las voces están a la altura del desafío, claramente no la de Russell Crowe ni la de Amanda Seyfried, quien insiste en cantar después de Mamma Mía! (2008).

 

Hay dos momentos, sin embargo, que justifican toda la película: el primer soliloquio de Valjean, cuando asume su vergüenza y decide cambiar de identidad; y la interpretación que hace Anne Hathaway de "I dreamed a dream", tal vez el tema más famoso de la banda sonora. En ambos casos, tanto Hugh Jackman como Hathaway logran algo por demás difícil en el cine musical: cantar bien en el marco de una escena emocionalmente intensa, y sin apelar a un montaje vertiginoso sino, por el contrario, confiando en la fuerza de un primer plano que se sostiene - sobre todo en el caso de ella - durante varios minutos. El problema es que ambas escenas suceden en la primera media hora de la película, cuando todavía quedan dos horas por soportar... Para el final queda al menos la recompensa de "Empty chairs and empty tables" a cargo de Eddie Redmayne, a quien vimos en Mi semana con Marilyn (2011).

 

Aún así, para quien busque un espectáculo que llene la vista y el oído, Los miserables probablemente valga cada peso de la entrada.

 

Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy