Whisky

Whisky

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  • Titulo original: Whisky
  • Dirección: Pablo Stoll -Juan Pablo Rebella
  • Género: Drama
  • Protagonistas: Andrés Pazos - Mirella Pascual
  • País: Uruguay-Argentina-España Año: 2004
  • Duracion: 95'
  • Elenco: Jorge Bolani - Verónica Perrota - Daniel Hendler - Ana Katz
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: Netflix
  • Tipo: Película

Ficha

Resumen

Ante la visita de su exitoso hermano que vive en Brasil, Jacobo (Andrés Pazos), un hombre de 60 años, acuerda con una empleada de su fábrica de medias fingir que son marido y mujer. Viejos resentimientos asoman cuando entre el hermano (Jorge Bolani) y la mujer (Mirella Pascual) empieza un sutil y decadente juego de seducción. La segunda película de los realizadores de 25 Watts (2001) fue una de las más premiadas del cine uruguayo, incluyendo dos reconocimientos en Cannes y el Goya a la mejor película latinoamericana.

Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

La muchacha de la fábrica de medias



Pasa algo raro la primera vez que uno ve Whisky: llega el final y es probable que te hayas quedado tan abrumado por su sólida construcción cinematográfica que te hayas perdido parte del impacto emocional que encierra, asordinadamente, en su triángulo de personajes. No es sino hasta un buen rato después, quizás algunas horas, o días, que le empezás a sentir el gustito, como a un buen vino que se prueba y no permite asimilar su verdadero sabor sino hasta después de haberlo tragado (podría haber puesto como ejemplo un buen whisky, pero no sólo no me gusta mucho el whisky sino que la comparación hubiera sido, a decir verdad, realmente obvia en este caso).



Tal vez por eso tenés que volver a verla, para sentirla. Y es entonces, a medida que te empiezan a caer varias fichas entre todo lo que has visto, que la revelación te pega de lleno en la frente, con una contundencia casi tan sólida como la película: Whisky es la confirmación de que el cine uruguayo puede dejar de soñar en hacer, algún día, una gran película, porque ya la ha hecho. Grande no en presupuesto ni en despliegue, sino en ideas y talento, grande por su capacidad de sorprendernos, entretenernos y emocionarnos.


Whisky también es la confirmación de que aquello de 25 watts no fue una casualidad; estos pibes realmente saben lo que están haciendo. Quizás hayan llegado al cine un poco de rebote, como señalaron en la presentación de la película, pero una vez convertidos en realizadores han sabido exactamente cómo emplear las herramientas del medio con el objetivo tan simple -y al mismo tiempo tan complejo- de contar bien una buena historia. Whisky es coherente con aquella primera experiencia pero al mismo tiempo no tiene nada que ver con ella; Whisky es a color, está protagonizada por gente veterana, y aunque el humor brote aquí y allá -ya sea por situaciones un poco patéticas o como válvula mediante la cual liberar algo de la tensión que se va creando- se trata de un retrato de personajes de una profundidad emocional y lucidez de observación como no se ha visto hasta ahora en el cine uruguayo.



Los pequeños detalles y las insignificancias de la rutina que se repiten todos los días pautan la silenciosa y previsible relación entre Jacobo y Marta, una mujer cuya vida se resume en dos o tres actividades: estar todas las mañanas a las 7:25 en la puerta de la fábrica, resolverle a su patrón algunos pequeños problemas, y salir con su bolsa de Stadium y su música en el walkman para, a lo mejor, ver sola una película en el cine, sin mucho entusiasmo. No es de extrañar que una inocente solicitud de ayuda de Jacobo ante la visita de su hermano despierte en ella toda una sensación de aventura y de posibilidades como nunca imaginó enfrentar. Y sobre esa monotonía decadente se van agregando los retazos sabrosos y reconocibles del vínculo entre Jacobo y Herman, dos hermanos separados no sólo por las distancias geográficas sino sobre todo por las vidas que llevan y por la suerte que ha tenido cada uno. De alguna manera dejaron de ser hermanos para comportarse como extraños que se prohíben cualquier demostración de afecto que sobrepase un apretón de manos o una sonrisa forzada.

Lo que sucede dentro de este triángulo –mucho más de lo que aparenta- está jugado a los silencios incómodos, los gestos y las miradas, las cosas dichas por compromiso y el ocultamiento de sentimientos y reacciones legítimas. La mayor riqueza que ofrece la película está, precisamente, en todo lo que no se dice ni se explicita al espectador, estrategia que puede chocar contra cierta parte del público lamentablemente acostumbrado a un cine comercial que todo lo dice, todo lo muestra, todo lo explica. Acá buena parte de la narración la construye uno mismo desde la butaca, y más que nada sobre los pasos al salir del cine, porque Whisky es una historia que deja muchas posibilidades planteadas, casi tantas como las que Marta cree tener entre manos cuando asume ese juego un poco cruel de simular ser la esposa de quien nunca podría enamorarla.

En la construcción de los mínimos eventos que se van sumando con una precisión de relojería, en la observación de esos tres personajes que podemos encontrar acá nomás, a la vuelta de la esquina, y en la sutileza de diálogos y reacciones, el guión de Juan Pablo Rebella, Pablo Stoll y Gonzalo Delgado es quizás inmejorable. No le falta ni sobra nada. Rebella y Stoll son además, como se sabe, los directores de esta película doblemente premiada en Cannes, con la que la dupla de 25 watts da un paso gigante en su madurez como cineastas. Madurez que implica absorber lo mejor del cine que les gusta (si 25 watts era un homenaje a Jarmusch, Whisky se nutre del realismo ligeramente absurdo de Aki Kaurismäki, el autor de La muchacha de la fábrica de fósforos y El hombre sin pasado) pero que también implica, en buena medida, el seguir rodeados de un equipo de gente tan joven como ellos mismos y con la suficiente lucidez como para ir todos detrás del mismo objetivo.

En una doble función tan lógica como infrecuente, Delgado es también el director de arte de la película, con lo cual aporta desde la elaboración de ambientes y personajes otros detalles y otras sutilezas que suman al reconocimiento y la credibilidad de todo lo que se ve en pantalla. Con una cámara siempre fija y un estupendo sentido plástico, Bárbara Álvarez (que también fotografió El viaje hacia el mar) logra armar una serie de cuadros visuales sencilla y hermosamente compuestos (el plano de Marta en el espejo del taxi es de una fuerza brutal), y compaginados con precisión y pausada eficacia por el editor Fernando Epstein, que es también productor ejecutivo de la película. Pero tal vez quienes sorprenden más en sus rubros son, en primer lugar, los sonidistas Catriel Vildosola y Daniel Yafalián, quienes ayudaron a los directores a diseñar una banda de sonido que no sólo está allí “para que se escuchen los diálogos” sino para narrar y reforzar la experiencia de “sentir” esta película. Y en segundo lugar los argentinos de Pequeña Orquesta Reincidentes, quienes compusieron una música estupenda y agridulce, de la que se echa mano en los momentos adecuados, sin agotarla.

Uno podría seguir escribiendo horas sobre esta película, pero es mejor reservar algunos detalles para que cada uno los descubra en el cine. Déjenme solo agregar una cosa más: Whisky es la película mejor actuada que se haya filmado acá. Hay que ver la riqueza de gestos y comportamientos contrastantes que incorporan a sus hermanos Andrés Pazos y Jorge Bolani. Y la increíble Mirella Pascual (pronúnciese Mirela), con su mirada transparente y su voz dulce y callada, hace que parezca fácil eso que en realidad es lo más difícil de lograr en cine: decir casi todo con los mínimos recursos posibles. Una actriz así, en Uruguay, si no existiera habría que inventarla.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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