Blue Jasmine

Blue Jasmine

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  • Titulo original: Blue Jasmine
  • Dirección: Woody Allen
  • Género: Comedia dramática
  • Protagonistas: Cate Blanchett - Alec Baldwin
  • País: Estados Unidos Año: 2013
  • Duracion: 98'
  • Elenco: Bobby Cannavale - Andrew Dice Clay - Sally Hawkins - Peter Sarsgaard
  • Sitio oficial IMBD
  • Disponible en: DVD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Después de que todo en su vida se cae a pedazos, incluyendo su matrimonio con el adinerado empresario Hal (Alec Baldwin), la distinguida dama de la alta sociedad neoyorquina Jasmine (Cate Blanchett) se muda al modesto apartamento de su hermana Ginger (Sally Hawkins) en San Francisco, para intentar recuperarse de su profunda crisis emocional. Por su actuación Blanchett obtuvo su segundo Oscar, en este caso como mejor actriz protagónica.

 

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Trailer

Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras...: Una comedia dramática muy efectiva, con un reconocible sentido del humor y un retrato de personajes desparejo pero atractivo. Gran labor protagónica de Cate Blanchett.

 

Ridículos y neuróticos

 

Quienes pensamos que la última película realmente interesante (y en muchos aspectos novedosa) de Woody Allen fue Match Point (2005), quisimos creer que el maestro había vuelto a su mejor nivel con Blue Jasmine. Y si bien la expectativa no fue cumplida del todo, hay que decir que Blue Jasmine está entre lo mejor que el director ha entregado en los últimos años (incluyendo esa sobrevalorada obra que es Medianoche en París). Es una comedia dramática muy efectiva, con un reconocible sentido del humor y un retrato de personajes desparejo pero atractivo, y un dejo de amargura que remite a sus mejores obras dramáticas, como la inolvidable La otra mujer (1988).

 

Tomando como base un argumento que le debe mucho a Un tranvía llamado deseo, obra teatral de Tennessee Williams llevada al cine en 1951 por Elia Kazan, lo que se cuenta es la crisis emocional que sufre una mujer de la alta sociedad neoyorquina (la Jasmine del título) cuando su mundo de perfección y comodidad financiera se derrumba. En medio de esa crisis, regada por buenas dosis de alcohol y barbitúricos, Jasmine se traslada a San Francisco a vivir por un tiempo en casa de su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora y madre de dos hijos pequeños con varios fracasos de pareja encima. El contraste entre ambas hermanas, no sólo en términos de carácter sino en cuanto a sus expectativas de vida y su forma de pararse frente a las adversidades, es evidente desde un principio.

 

Jasmine es la Blanche DuBois de esta historia, una mujer perturbada y en muchos aspectos fracasada que vive en una constante irrealidad y negación de su verdadera situación. Allen brinda progresivamente información, a través de varios flashbacks, no sólo de la acomodada vida anterior de Jasmine en Nueva York sino también de su vínculo con su hermana. Y si Ginger (la estupenda Sally Hawkins) es una suerte de Stella, Chili (Bobby Cannavale) cumple el rol de un Stanley Kowalski, aquel marido embrutecido y sensual que interpretaba Marlon Brando en la versión cinematográfica. La diferencia esencial es que entre el Stanley y la Blanche de Allen no hay ninguna atracción erótica, sino el más simple y liso rechazo mutuo. Es el choque entre dos maneras de ser y de ver la vida que no pueden convivir.

 

Es indudable que lo que le sale mejor a Allen es el retrato de esa alta sociedad de Manhattan que tan bien conoce, y no tanto el de una clase trabajadora que casi siempre resulta en su obra - y Blue Jasmine no es la excepción - un poco caricaturizada. Hay que reconocerle, sin embargo, que sigue siendo un guionista muy inteligente, capaz de delinear en pocos trazos muy certeros una anécdota y unos personajes, y casi siempre con mucha gracia. El comienzo de Blue Jasmine es una prueba de ello. También hay que agradecerle que siga inventando, al menos una vez al año, increíbles oportunidades de lucimiento para todo tipo de intérpretes, desde Scarlett Johansson (Match Point) hasta Penélope Cruz (Vicky Cristina Barcelona), desde Sean Penn (Dulce y melancólico) hasta Larry David (Si la cosa funciona).

 

En este caso la gran beneficiada ha sido la increíble Cate Blanchett, quien sostiene con absoluta convicción a su Jasmine desde el primer hasta el último plano de la película. En otras manos, un personaje como éste podría haber caído en el exceso histriónico o en la simple caricatura; en las manos y en la piel de Blanchett - y detrás de esos ojos azules - Jasmine se nos revela en toda su imperfecta humanidad, logrando que el espectador se apiade de un personaje que podría haber resultado insoportable y haber sido rechazado desde el comienzo. Sus minutos finales en pantalla son apenas el momento culminante de una labor sobresaliente que bien podría valerle su segundo Oscar a la actriz australiana, quien ya ganó uno como actriz de reparto por interpretar a Katharine Hepburn en El aviador, de Martin Scorsese (2004).

 

Blue Jasmine implica la primera vez en mucho tiempo - al menos hasta donde puedo recordar - en que un dato de la realidad contemporánea se filtra en una película de Woody Allen; me refiero a la crisis financiera desatada en el año 2008 en Estados Unidos y en el mundo, y que tiene mucho que ver en la suerte de la protagonista y de su marido (Alec Baldwin). No es un detalle menor, considerando que la obra de Allen casi siempre se ha caracterizado por la evocación y la nostalgia (La rosa púrpura del Cairo, Días de radio, Sombras y niebla, Disparos sobre Broadway, Medianoche en París, por nombrar solo algunos ejemplos) o se ha ubicado lisa y llanamente en contextos intelectuales y acomodados (Hannah y sus hermanas, Crímenes y pecados, Maridos y esposas, Un misterioso asesinato en Manhattan, Todos dicen te quiero, etc.) en los que los problemas de la vida diaria (el cómo pagar las cuentas y esas otras molestias) no parecen ser un tema de preocupación.

 

No hay que olvidar que el propio Allen es un señor rico de Nueva York, que viaja por el mundo constantemente y filma una película por año sin dificultad, algo que no suele pasarle a la gente común y de a pie. Pero cada tanto, al menos desde sus películas, decide bajar a la calle y mezclarse entre la gente para probarse como el buen observador que es de la condición humana, por más que a veces le resulte más cómodo (como a todo humorista) ridiculizarla un poco.

 


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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