El viento que acaricia el prado

El viento que acaricia el prado

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  • Titulo original: The wind that shakes the barley
  • Dirección: Ken Loach
  • Género: Drama
  • Protagonistas: Cillian Murphy - Padraic Delaney
  • País: Irlanda-Reino Unido-Alemania-Italia-España-Francia Año: 2006
  • Duracion: 127'
  • Elenco: Cillian Murphy - Padraic Delaney - Gerard Kearney - Liam Cunningham - Orla Fitzgerald
  • Sitio oficial IMBD
  • Tipo: Película
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Ficha

Resumen

Irlanda, 1920. Trabajadores y campesinos se unen para formar grupos armados voluntarios con los cuales enfrentar a los despiadados escuadrones británicos encargados de frenar la lucha por la independencia del pueblo irlandés. Llevado por un profundo sentido del deber y por el amor a su país, Damien (Cillian Murphy) abandona su carrera de medicina y acompaña a su hermano, Teddy (Padraic Delaney), hacia una peligrosa y violenta lucha por la libertad. Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes 2006.

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Comentario de Cartelera.com.uy

En pocas palabras…: Un crudo relato sobre el movimiento independentista irlandés que confirma a Ken Loach como cineasta comprometido con la historia reciente y las injusticias. Muy buen elenco.

La ira de Dios

“No hay presente ni futuro, sólo el pasado que se repite una y otra vez, ahora.”

De “Una luna para los bastardos”, de Eugene O’Neill (escritor estadounidense de ascendencia irlandesa)

Ken Loach (nacido Kenneth Loach en Warwickshire, Inglaterra, en 1936) siempre ha sido un cuestionador de la historia reciente y de realidades sociales tanto colectivas como individuales. El tipo es un socialista sin filiación política (o, si la tiene, al menos su filmografía no lo hace evidente) preocupado por las injusticias que han quedado registradas en la historia (la guerra civil española en Tierra y Libertad, la represión al movimiento independentista irlandés en Agenda Secreta o en su última obra, premiada en Cannes) pero también por dramas sociales que evidencian otro tipo de injusticias, las que suelen afectar en forma anónima a la clase trabajadora y a los marginados (Pobre Vaca, Kes, Riff Raff, Como caídos del cielo, Ladybird Ladybird, Mi nombre es Joe, Pan y Rosas). El Viento que Acaricia el Prado (en el título original el viento no acaricia el prado sino que sacude la cebada) se inscribe dentro de sus dramas históricos (como Tierra y Libertad) pero sin olvidar la dimensión personal y humana que conllevan.

Como en Tierra y Libertad (1996), la historia está contada a través de la experiencia de un joven idealista que abandona cierta comodidad (en aquella era un joven inglés comunista que se iba a pelear a España; aquí se trata de un doctor recién graduado a punto de irse a trabajar a Londres). Y como en aquel antecedente, se trata no sólo de denunciar las atrocidades cometidas por los abanderados del fascismo (los franquistas en aquel caso, acá los escuadrones británicos conocidos como Black & Tans) sino también de evidenciar las diferencias internas que pusieron en jaque y debilitaron la resistencia. Porque así como las diferencias ideológicas dividieron al movimiento republicano español, unos años antes en Irlanda el Ejército Republicano Irlandés (IRA, según sus siglas en inglés) sufrió una fractura cuando una parte aceptó el tratado de paz de 1921 –que establecía la creación de un estado irlandés libre pero retenía dos tercios de la provincia del Ulster, al norte de Irlanda, en poder del Reino Unido- mientras que otra decidió continuar la lucha armada.

Ken Loach encontró muy oportuno volver sobre este episodio de la historia irlandesa (una visión complementaria, quizás algo más romántica, puede encontrarse en El Precio de la Libertad: la historia de Michael Collins, dirigida por Neil Jordan en 1996 y con Liam Neeson en el rol de Collins, uno de los fundadores del IRA) ahora que otra fuerza de ocupación permanece tras cuatro años en territorio extranjero y se califica como “terrorista” a cualquiera que oponga resistencia. Más allá de lo que está ocurriendo en el sangrante Medio Oriente, es bueno recordar que el término “terrorismo” nació durante la Revolución Francesa para definir los abusos del Estado contra sus ciudadanos indefensos, y sin embargo a partir del siglo XX ha pasado a usarse convenientemente para etiquetar cualquier movimiento de resistencia, legítimo o no, que un Estado o fuerza invasora desea aplastar en nombre de la paz y de la democracia. Los primeros minutos de El Viento… dan cuenta de las barbaridades que sufrían los irlandeses católicos, generalmente los más pobres (campesinos y trabajadores) por parte de las fuerzas paramilitares enviadas por la corona británica para amedrentarlos. Me pregunto quién, después de padecer una y otra vez ese tipo de abusos y de ver cómo se tortura y asesina a sus vecinos y amigos, no agarraría un fusil lleno de ira.

Pero lo más interesante de la película no es ese registro de atropellos, que sí sirven para dar contexto al asunto. Lo más interesante son los dilemas morales que enfrentan sus personajes, particularmente esos dos hermanos encarnados por Cillian Murphy y Padraic Delaney. Los momentos más difíciles que deben enfrentar son esos en los que deben ajusticiar a supuestos camaradas, ya sea porque han traicionado la causa o porque han quedado en bandos diferentes de una guerra civil. Tal vez porque esos dilemas afectan a ambos hermanos en tiempos distintos de la película es que no hay un único “héroe de la clase trabajadora” como los que Loach ha sabido construir en sus anteriores películas (como el alcohólico luchador de Mi nombre es Joe, el padre desempleado de Como Caído del Cielo, o la furiosa madre enfrentada al servicio social en Ladybird…), y con el cual el espectador puede fácilmente identificarse a pesar de sus errores. El interés que en la primera mitad está puesto en Damien (Murphy), al final se lo roba Teddy (Delaney), porque el personaje más interesante siempre es el que tiene que tomar las decisiones más terribles en defensa de sus convicciones, sean cuales sean.

En términos de fuerza narrativa uno puede sentir que la película se alarga un poco y que algunas escenas quizá sobran. Pero es muy removedora como lección de historia y como punto de reflexión sobre un pasado que, como escribió O’Neill, no deja de repetirse una y otra vez, ahora mismo.


Por Enrique Buchichio para Cartelera.com.uy

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